Diana Negrín es geógrafa y curadora que desde el 2001 ha llevado a cabo investigaciones etnográficas y de archivo con un enfoque principal en el territorio wixárika del occidente mexicano. Es Directora Asociada de Chacruna Latinoamérica en México.
El 20 de abril fue asesinada Sandra Liliana Peña, gobernadora del pueblo nasa de Colombia. Su muerte da cuenta de una intensificación de violencia contra defensorxs de los territorios vivos de la Amazonía donde sigue ascendiendo el saldo de afectadxs a causa de décadas de políticas de estado y de mercado. Como en tantos otros países de Abya Yala, pertenecer a un pueblo originario o afrodescendiente y ser defensor ambientalista, exigir justicia, y ejercer la libre determinación en temas de territorio, cultura y política pueden traer consigo la pena de muerte. ¿Cuántos nombres debemos de recordar y enunciar en voz alta para no olvidar? ¿Y cuáles son algunos de los hilos conductores que nos ayudan a conectar el nombre de Sandra Liliana Peña con el de Breonna Taylor, una mujer afroamericana asesinada tras ordenes de cateo en su hogar de Louisville, Kentucky el 13 de marzo, 2020?
Un lugar importante en donde deberíamos de pausar nuestras miradas es en la conexión persistente que llevan estas violencias con las políticas trasnacionales en torno a la comercialización y penalización de los llamados estupefacientes.
Un lugar importante en donde deberíamos de pausar nuestras miradas es en la conexión persistente que llevan estas violencias con las políticas trasnacionales en torno a la comercialización y penalización de los llamados estupefacientes.
En Colombia el cultivo y erradicación de la coca no han pasado a la historia del siglo XX como los hipopótamos tragicómicos de Pablo Escobar. La guerra contra las drogas se sigue viviendo con la violencia directa e indirecta de estado y grupos armados en contra de campesinxs y comunerxs, así como en la aplicación aérea de glifosatos peligrosos para la interminable erradicación de plantíos de coca. Pero la demanda de la cocaína persiste y su estado ilícito no ha dejado de traer muertes y encarcelamiento para familias atrapadas por esta economía de muerte, tanto al norte de la frontera de Estados Unidos-México, como hacia el sur. Esta ‘guerra contra las drogas’ ha propiciado otras formas de lucro, como el tráfico de armas y el crecimiento de las cárceles cada vez más cotizadas dentro de la bolsa de valores de Wall Street. Las víctimas también son negras, latinoamericanas, indígenas; los ‘condenados de la tierra’ de los que nos habló hace más de medio siglo el psicólogo martinicano revolucionario, Frantz Fanon.
Mientras tanto, se acelera el debate sobre la despenalización de las llamadas plantas sagradas o enteógenos en varias ciudades de Estados Unidos. La ayahuasca o yajé, los hongos y la psilocibina, así como otras plantas (ya ni hablar del cannabis), se han vuelto parte de un ‘renacimiento psicodélico’ anclado a la sanación individual y colectiva a base de medicinas y sacramentos altamente valoradas por pueblos originarios de varias regiones del continente. Asimismo, estudios clínicos han emergido para demostrar la capacidad de plantas y elementos químicos para curar la depresión, el estrés postraumático, el alcoholismo, y hasta adicciones a los opioides que han producido una oleada sostenida de muertes a lo largo y ancho del territorio conocido como Estados Unidos.
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El dinero sigue con entusiasmo estos descubrimientos y estudios, ejemplificado por las inversiones para estudios clínicos, las nuevas iniciativas farmacéuticas y los centros de sanación y retiros. Hasta el exitoso escritor estadounidense, Michael Pollan, pasó de escribir sobre manzanas y las artes culinarias, a redactar sus experiencias con el Bufo alvarius y la ayahuasca, y a co-dirigir un proyecto de investigación sobre los psicodélicos en la prestigiosa Universidad de California en Berkeley.
Ahora aprecio con mayor claridad el ecosistema del mundo psicodélico y veo con mayor preocupación la distancia que existe entre diversos actores y protagonistas que conforman ese mundo—tanto los usuarios del Norte Global así como lxs curanderxs de los pueblos originarios, y las mismas ecologías donde crecen de forma endémica.
Como alguien quien creció en un hogar donde se platicaba de amigos y conocidos presos y muertos a causa de la criminalización de los psicotrópicos, veo muchas razones para celebrar una apertura hacia la investigación y despenalización de dichas sustancias. Sin embargo, también crecí en un hogar en el que el peyote se consideraba una planta a respetar, su crecimiento lento era admirable, mientras que las preparaciones para su consumo ceremonial reflejaban cuidado y sacrificio. Ahora aprecio con mayor claridad el ecosistema del mundo psicodélico y veo con mayor preocupación la distancia que existe entre diversos actores y protagonistas que conforman ese mundo—tanto los usuarios del Norte Global así como lxs curanderxs de los pueblos originarios, y las mismas ecologías donde crecen de forma endémica.
En el primer Congreso de las Plantas Sagradas de las Américas, llevada acabo en febrero 2018 en Ajijic, Jalisco, el Insitituto Chacruna acercó a varios de estos actores, permitiendo un espacio para compartir conocimientos y debatir. Hace tiempo que existen otras conferencias sobre los psicodélicos, pero por vez primera, lxs conferencistas magistrales y la clausura se dieron por miembros de pueblos originarios, en sus idiomas, con base en sus ontologías y saberes epistémicos, con gracia y también con fuerte crítica al sobreconsumo y trivialización de sus plantas y ceremonias ancestrales.
De allí en adelante, Chacruna ha ido centrando cada vez más una diversidad de voces previamente marginadas por los debates sobre la psicodelia para así enfrentar las inequidades estructurales y escuchar nuevas visiones y estrategias ante la globalización de las plantas sagradas y enteogénicas.
De esta manera la conferencia, Plantas Sagradas II, reflejó la diversidad e interdisciplinaridad, promoviendo por un lado los más recientes estudios clínicos y académicos sobre los efectos de terapias asistidas, y dando espacio para argumentos éticos sobre las nuevas iniciativas farmacéuticas, así como las filantrópicas.
Tres años más tarde, celebramos el segundo congreso del 23 al 25 de abril, esta vez en formato virtual y con la presencia de más de 94 voces académicas y activistas, cada quien desde su geografía respectiva. De esta manera la conferencia, Plantas Sagradas II, reflejó la diversidad e interdisciplinaridad, promoviendo por un lado los más recientes estudios clínicos y académicos sobre los efectos de terapias asistidas, y dando espacio para argumentos éticos sobre las nuevas iniciativas farmacéuticas, así como las filantrópicas. También hubo voces de mujeres sobre los usos específicos tradicionales y contemporáneos de los enteógenos, y la presentación de la Iniciativa de Reciprocidad Indígena que fomenta que el público apoye directamente varias organizaciones de base indígena a lo largo y ancho del continente.
Después de un año de vivir las consecuencias físicas, mentales y económicas de la pandemia del COVID-19, queda claro que el interés por los potenciales de estas plantas y animales no ha disminuido, mientras que nuevas inversiones financieras, así como cambios legislativos han seguido abriendo camino para un uso más amplio. Esto desde luego trae consigo fuertes debates sobre equidad, derechos, y sustentabilidad. Sin embargo, uno de los temas más delicados y urgentes son las consecuencias que este boom trae para los pueblos originarios y sus territorios ya acechados por siglos de extractivismo de sus bienes ecológicos y culturales. Varixs ponentes dieron aviso de las presiones económicas, culturales y políticas que viven a raíz de la entrada de turistas, investigadores y nuevos círculos espirituales, entre estas organizaciones se encuentra Hablemos del Hikuri y la Unión de Médicos Indígenas Yagereros de la Amazonía Colombiana (UMIYAC).
Se vive sin agua o con agua contaminada, se confunden los latifundios cafetaleros con las rutas de turismo de hongos psicodélicos, y se queman o contaminan los campos y bosques que alimentan a lxs habitantes más antiguos de este hemisferio.
Espero que estas reuniones y conversatorios señalan una transformación y posible democratización de las voces que pueden influir la dirección acelerada que lleva este gran ecosistema psicodélico. Pero para que ello aterrice y se vuelva una raíz fuerte, sigue siendo fundamental una pausa en nuestras miradas y reflexión sobre nuestras posicionalidades respectivas, así como considerar las violencias que atraviesan los territorios que albergan los conocimientos y estas medicinas. No podemos hablar de reciprocidad con facilidad cuando los pueblos originarios siguen enfrentando altos índices de pobreza y la imposición continua de megaproyectos. Semejantes realidades comparten los pueblos originarios de las naciones en los Dakota y Arizona, así como Sonora, San Luis Potosí y Oaxaca, siguiendo los caminos de cacao por Centroamérica, hasta llegar a la cuenca amazónica cuya vida humana y no humana está siendo azotada por gobiernos, milicias y empresas. Se vive sin agua o con agua contaminada, se confunden los latifundios cafetaleros con las rutas de turismo de hongos psicodélicos, y se queman o contaminan los campos y bosques que alimentan a lxs habitantes más antiguos de este hemisferio.
Todo esto salió de alguna forma en las ponencias del congreso y nos queda mucha tarea para frenar los daños del extractivismo psicodélico y fortalecer un camino que atienda décadas de criminalización por un lado y amortigüe la presión ecológica, social y cultural de las economías que giran alrededor del fenómeno de las ‘medicinas ancestrales’.
Como Sandra Liliana Peña y Breonna Taylor, existen innumerables víctimas más de las políticas de droga fallidas. Sus vidas y muertes importan, por lo que debemos escuchar y reflexionar sobre las realidades que compartieron lxs participantes cree, diné, inga, mazateca, huni kuin, rastafari, shipibo, tukano, yawanawa, wixárika, entre otrxs más. Al final, los beneficios de estos saberes y de estas plantas y animales no deben de celebrarse sin tomar en cuenta y poner en práctica la solidaridad con la defensa de los territorios, sus ecologías y sus pueblos vivos.
Portada de Karina Alvarez.