Zoë Dubus es estudiante de doctorado en historia contemporánea en Francia. Estudia las transformaciones de las prácticas médicas y las políticas de salud en relación al uso de psicotrópicos (morfina, cocaína y LSD), desde el siglo XIX hasta la actualidad.
Luisa Rebeca Gambier de Álvarez de Toledo
(1915-1990)
Como hemos visto en muchas ocasiones en esta serie de artículos sobre la historia de las mujeres y los psicodélicos, las mujeres terapeutas fueron una fuerza importante en los años cincuenta y setenta para mejorar el tratamiento de los pacientes bajo la influencia de estas sustancias.
En este artículo se estudiará el trabajo de una de estas pioneras, la médica y psicoanalista argentina Luisa Agusta Rebeca Gambier de Álvarez de Toledo. Nacida en 1915 en la provincia de Buenos Aires, desarrolló un interés por la teoría psicoanalítica durante sus estudios de medicina. A principios de la década de 1950, trabajó en la primera institución psicoanalítica de Argentina, el Hospicio de las Mercedes. Dos psicoanalistas que la conocieron nos dicen:
Álvarez de Toledo insistía en la necesidad de crear una relación íntima con sus pacientes, formando una “pareja” que pudiera superar las diferencias culturales e históricas, las cuales, como veremos, eran particularmente fuertes en la Argentina de esa época. En su clínica, trabajaba con un espíritu de colaboración e intercambio intelectual entre los terapeutas, buscando fomentar la curiosidad de los miembros de un equipo formado por personas de diferentes generaciones e inspiraciones. La clínica, dirigida por el célebre psiquiatra Enrique Pichon-Rivièrè, ha formado a varias generaciones de psicoanalistas que devinieron en figuras esenciales del panorama intelectual argentino, donde no sólo se discutía el pensamiento de Freud, sino también las escuelas francesa y británica de psicoanálisis y filosofía. Ella misma recibió una influencia significativa de Melanie Klein y sus discípulos. Su obra más importante y citada se publicó en 1954: “Análisis del asociar, del interpretar y de las palabras”, centrada especialmente en las emociones que experimentan los terapeutas en relación con sus pacientes durante las sesiones. Este ensayo se considera un clásico de la literatura psicoanalítica y el Dictionnaire international de la psychanalyse (Diccionario Internacional de Psicoanálisis) afirma que este texto “ejerció una influencia duradera en la evolución de nuestra ciencia”. En 1955, publicó un extenso artículo sobre el uso de la música en psicoterapia.
Desde el comienzo de la Guerra Civil española en 1936, Argentina experimentó una importante agitación cultural ya que muchos intelectuales, artistas, médicos y académicos europeos huyeron de los conflictos y se refugiaron en el país. Este proceso se acentuó con la Segunda Guerra Mundial, cuando la gente huía del régimen nazi. Varios psicoanalistas de renombre migraron al país a finales de la década de los treinta, lo que dio lugar a la fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina en 1942. Aunque Álvarez de Toledo no participó directamente en su creación, estuvo cerca de sus miembros desde el principio y fue elegida miembro asociado en 1946. En aquel tiempo, a medida que crecía el acceso de la clase media a la educación universitaria, el psicoanálisis ganaba popularidad en el país. La disciplina era considerada como un baluarte contra el oscurantismo y signo de una sociedad ilustrada que proclamaba los “ideales de la modernidad y la liberación sexual”. Al final de la guerra, cuando Perón llegó al poder y estableció un régimen autoritario, los defensores del psicoanálisis surgieron como combatientes de la resistencia. Las teorías psicoanalíticas se incorporaron en todas las disciplinas impartidas en la universidad en los años cincuenta. En este clima de desobediencia y protesta, Álvarez de Toledo llegó a presidir la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), entre 1956 y 1957, siendo la primera mujer en ocupar esta posición. Más tarde, entre 1955 y 1958 también contribuyó a la creación de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay. En la foto de abajo se le puede ver rodeada de miembros de la APA.
Tan pronto asumió la presidencia de la APA, Álvarez de Toledo organizó un grupo de trabajo para experimentar con LSD. Otros dos terapeutas, Alberto Fontana y Francisco Pérez Morales, la acompañaron en esta investigación. En el momento en que comenzó sus experimentos con LSD, ya era reconocida internacionalmente y su método estaba bien establecido. Para llevar a cabo estos experimentos, contó con la colaboración de un miembro de Sandoz que le proporcionó LSD y la documentación existente sobre la sustancia. Álvarez de Toledo no fue la primera en estudiar el potencial terapéutico del LSD en Argentina: en 1956, el psiquiatra Alberto Tallaferro ya había publicado un libro en el que presentaba 1,117 sesiones con LSD y/o mescalina en 63 personas. Tallaferro se unió al equipo en sus primeros experimentos.
Entre 1957 y 1960, publicó cuatro artículos sobre el uso de LSD para acompañar al psicoanálisis. Como era común en aquella época, los terapeutas empezaron experimentando ellos mismos con la sustancia, así como también con la mescalina, antes de administrarlas a sus pacientes. También compartieron experiencias personales con estas drogas en sus escritos, como una forma de profundizar en el conocimiento científico de sus efectos. Según Álvarez de Toledo, estos productos permitían generar una regresión artificial, que no buscaba acortar el proceso terapéutico sino enriquecerlo aún más. Desde la primera presentación de estos experimentos a los miembros de la APA en 1957, Álvarez de Toledo declaró que durante las sesiones utilizaba elementos que normalmente no se empleaban en una sesión de psicoanálisis: música y comida. Los beneficios de estos dos elementos fueron destacados en los experimentos realizados por los miembros del equipo. La terapeuta señaló: “el ofrecimiento de comida se percibe como una gratificación adicional e inesperada, y como una demostración concreta de afecto y devoción”. Álvarez de Toledo desaconsejaba enfáticamente dejar solos a los pacientes e insistía en que el terapeuta estableciera una conexión sólida con ellos.
También tenía interés en los beneficios de las sesiones grupales, donde “los mecanismos de defensa se expresan de manera más dramática”. Además, consideraba que la dinámica grupal propiciaba la aparición de fenómenos relacionados con el inconsciente colectivo, los cuales eran más difíciles de observar en sesiones individuales. Recomendaba que dos personas dirigieran estas sesiones para poder seguir trabajando con los demás participantes, en caso de que un paciente mostrara un “comportamiento psicopático generalizado” que requiriera sacarlo de la sala durante un tiempo para canalizarlo. La terapeuta describió estas situaciones como las más difíciles de manejar, pero explicó que eran excepcionales y no tan graves cuando había dos terapeutas disponibles para compartir la carga de trabajo, y cuando se conocía bien a los pacientes.
En 1960, después de tres años de trabajo con LSD, estaba a cargo de doce grupos de pacientes, lo que sumaba casi 100 personas en análisis, llegando a conclusión de que la psicoterapia de grupo combinada con LSD era un método “realmente efectivo”.
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Otro asunto que despertó su interés fueron los usos tradicionales de las sustancias psicodélicas, y en 1959 viajó a la selva amazónica para experimentar con ayahuasca junto a curanderos, en una época en la que el interés de la comunidad científica y médica occidental hacia esta preparación era mínimo. En 1960 publicó uno de los primeros artículos científicos sobre el tema, en un proceso que combinaba una perspectiva antropológica, para documentar prácticas aún poco conocidas, y la evaluación del valor terapéutico de la sustancia. Después de investigar detalladamente los usos y el significado otorgado por los curanderos a la experiencia, aprendió y describió “cómo comportarse” durante la misma.
Seguidamente, llevó a cabo dos experimentos con dos curanderos diferentes con el fin de estudiar diversas formas de proceder. En su opinión, la segunda experiencia fue más provechosa. La primera vez, la preparación se mezcló con gasolina y la sesión tuvo lugar en una habitación muy pequeña y sucia, tan cerca del pueblo que se escuchaba el ruido. La segunda experiencia se realizó en la selva. El curandero le entregó un poco del líquido restante para que lo llevara a casa y lo analizara. “Me consideraban una colega y no aceptaron ningún pago”, comentó. En esta ocasión, Álvarez de Toledo solicitó ser incluida en un grupo de personas de la zona que también recibirían la sustancia, “para poder observar, en la medida de lo posible, el desarrollo habitual de estas sesiones grupales”. Estas experiencias fueron una oportunidad para mejorar su propia práctica a través del ejemplo de estos terapeutas con conocimientos ancestrales.
Como en la primera ocasión, no sintió náuseas, aunque esta vez “el Maestro”, así lo llamaba, empezó a vomitar “como una invitación para los demás”. Según su experiencia personal, “el vómito y la diarrea suelen estar asociados con el miedo a lo desconocido, a la experiencia en sí misma”. Por eso le preocupaba que el curandero vomitara de esa manera, pero los otros asistentes la tranquilizaron. Entonces, de repente, la invadieron las náuseas y trató de vomitar sin que saliera algo de su estómago. Fue en ese preciso momento cuando el trance la envolvió por completo, bajo la influencia de los cánticos que resonaban a su alrededor.
“Las voces se transformaron en aves, al principio inmóviles, dando vueltas a mi alrededor, luego volaron rápidamente. De pronto, pasé de lo terrible a lo maravilloso. Formaba parte de un círculo de seres etéreos que ascendían y se fusionaban, transformándose en una luz radiante que también ascendía”.
Cuando los efectos comenzaron a disiparse, el curandero propuso regresar al pueblo. Álvarez de Toledo hizo un gran esfuerzo por ponerse de pie.
“Con un típico andar tambaleante, caminé de regreso con mis compañeros. Durante ese tiempo experimenté alucinaciones maravillosas: una gran cantidad de luces aparecieron, se movían y se apagaban a mi alrededor. La tierra, las plantas y yo misma emitíamos ondas azules que se propagaban desde de la tierra. Ante tanta belleza, fui invadida por una profunda euforia. Envuelta en una noche fabulosa, caminé entre las luces y las ondas, insegura, sobre una tierra muy suave”.
Una vez que pasaron los efectos, revisó las sesiones:
“Aunque estoy satisfecha con la experiencia, considero que la observación de sus efectos y los efectos mismos fueron perturbados por la forma en que se condujo y los mecanismos de defensa que puse en juego en relación con las circunstancias”.
Álvarez de Toledo se lamentaba: “mi desconocimiento del idioma empleado en los rituales me impidió comprender mejor las posibilidades, los recursos y las acciones psicoterapéuticas de los maestros”.
Pese a ofrecer una investigación y un pensamiento innovadores, la terapeuta fue suspendida de su práctica profesional. Esto como consecuencia de una división que tuvo lugar en el seno de la APA a principios de los años sesenta. En ese momento, en un esfuerzo por diferenciarse del enfoque psiquiátrico en la práctica profesional, los psicoanalistas ortodoxos desaprobaban el uso de drogas psicotrópicas en la práctica analítica. Estas tensiones provocaron la destitución de Álvarez de Toledo y la dimisión de los dos psicoanalistas que trabajan con ella, Francisco Pérez Morales y Alberto Fontana, en 1961. Después de estos despidos, la revista argentina de psicoanálisis publicó un artículo condenando el uso de sustancias psicotrópicas de cualquier tipo en las sesiones psicoanalíticas: “las desviaciones ligadas al uso de drogas (LSD, mescalina, Benzedrina, tranquilizantes, cortisona, etc.), u otras técnicas que alteren el funcionamiento mental del paciente […] no deben considerarse como tratamiento psicoanalítico, sin importar quién las lleve a cabo”.
Álvarez de Toledo parece haber quedado profundamente marcada por esta experiencia dolorosa. Después de este incidente, dejó de publicar artículos científicos y se distanció de la APA. El resto de su carrera permanece desconocido. El Diccionario Internacional de Psicoanálisis afirma que ella “trabajó para proporcionar un espacio analítico a muchos colegas dentro de la institución”. A excepción de su artículo sobre la ayahuasca, que tiene un enfoque más antropológico, ninguno de sus artículos sobre el uso terapéutico del LSD se menciona en la mayoría de las bibliografías relacionadas con su trabajo.
Quiero expresar mi agradecimiento al historiador Hernán Scholten por su valiosa ayuda en la obtención de los artículos publicados por Luisa Rebeca Gambier de Álvarez de Toledo, así como por sus explicaciones sobre el contexto argentino de aquella época.
Traducción de Jenny Nava Díaz
Portada de Fernanda Cervantes
Notas
1 Sheila Navarro de Lopez and Federico Flegenheimer, “Introduction to the Life and Work of Luisa de Alvarez de Toledo (1915–1990),” in The Pioneers of Psychoanalysis in South America, New York, Routledge, 2014, p. 242.
2 Alain de Mijolla, Bernard Golse, Sophie de Mijolla-Mellor and Roger Perron (dir.), Dictionnaire international de la psychanalyse : concepts, notions, biographies, œuvres, événements, institutions, Paris, Hachette littératures, 2005, p. 59.
3 Maria Vanina Fonseca Zas, “Quelques notes à propos de l’histoire de la psychanalyse en Argentine : entre Idéal et résistance,” Topique, 98-1, 2007, p. 171‑180.
4 Hernán Scholten, Los alucinógenos como “coadyuvantes de la psicoterapia” en Argentina: Alberto Fontana (1956-1965), Buenos Aires, Trabajo presentado en las XIX Jornadas de Investigación. VIII Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, 2012.
5 Revista de Psicoanalisis 18, no. 2 (1961): 197