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Sanar personalmente con ayahuasca me ayudó a ser mejor psicoterapeuta

Este viaje personal de Gerard Artesona es una muestra de cómo las experiencias con ayahuasca pueden transformar nuestra perspectiva y sanar heridas psíquicas.

Gerard Artesona
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Gerard Artesona es un Terapeuta Matrimonial y Familiar que actualmente reside en Oakland California. Ha trabajado en profundidad con las tradiciones de la medicina vegetal desde 2010 y está interesado en sus aplicaciones en la psicología.

Las plantas medicinales pueden ayudarnos a lograr una perspectiva más integrada de cómo nos vemos a nosotros mismos y al mundo. Éste es un objetivo importante que un terapeuta espera alcanzar con sus clientes. En mis estudios académicos de psicología, aprendí mucho sobre la salud mental desde un punto de vista conceptual. En realidad, necesitaba conocerla de forma experiencial para poder comprenderla y aplicarla eficazmente.

A través del proceso psicoterapéutico, tal y como yo lo entiendo, nuestros puntos de vista se reorientan y vemos con claridad las resistencias que obstruyen la armonía en nuestro interior y en nuestras relaciones con los demás. Somos conducidos a través de nuestra historia personal, familiar y colectiva, encontrando zonas sensibles en las que yace una visión profunda, desenredándonos de lo que no somos y encontrando hojas de ruta hacia el terreno más difícil de la experiencia humana.

Cada giro neuronal se refina e ilumina y, con el tiempo, produce satisfacción y resolución. Un sentido del yo sin trabas se nos hace menos ajeno, y por fin encontramos sentido a quiénes somos y dónde hemos estado. Esta es la experiencia terapéutica, y la catarsis metamórfica descrita aquí ilustra momentos particulares de mi viaje con la ayahuasca.

Gran parte de mi alivio vino a través del aprendizaje de cómo sentarme más significativamente con mis desafíos y, en efecto, cambiar mi perspectiva sobre ellos.

Este aprendizaje tuvo lugar en la agonía de chumas profundas e inflexibles (los efectos físicos, psicológicos y espirituales de la infusión), donde empecé a visualizar la totalidad una vez más y a buscar formas de replicarla en mi vida diaria. Gran parte de mi alivio vino de aprender a sentarme de forma más significativa con mis desaíos y, en efecto, cambiar mi perspectiva sobre ellos. Tuve que ver mis puntos débiles y dejar de juzgarlos, al tiempo que reconocía su necesidad de curación y crecimiento. La resolución a la que llegué fue a veces acelerada, aunque a menudo gradual.

Taita Santos Jamioy, de los Kamentsa, combina la psicoterapia con las tradiciones fitoterapéuticas de su pueblo. Sus pacientes, según cuenta, han obtenido muchos resultados favorables. Crédito de la foto: Taita Santos Jamioy

En un momento dado, dependía mucho más de mi intelecto como principal medio para desenvolverme en el mundo. Mi rendimiento académico y mi vida laboral eran mis únicas medidas de autoestima, y mis patrones de pensamiento eran rígidos y algorítmicos. En consecuencia, mi miedo a fracasar, a decepcionar a los demás y a hacer el ridículo me mantenía encerrado en mí mismo. La discordia teñía mi forma de ver el mundo. Una perspectiva así es totalmente incompatible con cualquier atisbo de vida sana, y me pasó una factura especialmente dura mientras terminaba mis estudios de posgrado.

Salí de mis estudios de psicología con la necesidad de trabajar seriamente en mí mismo. ¿Cómo podía esperar contribuir a mejorar la vida de los demás si yo personalmente me encontraba mal? Me resultaba difícil tener fe en mi papel como terapeuta. Primero tenía que hacer las paces conmigo mismo y con los demás, y para ello necesitaba ir más allá de mi intelecto. Afortunadamenre, la ayahuasca me ayudó con esto.

Me extendió una invitación a sentarme íntimamente con mi propio quebranto mientras aprendía a amar cada fragmento de mí mismo una vez más. Las siguientes historias personales ilustran avances significativos con la ayahuasca; unos tan profundos en su naturaleza que me ayudaron a formar mi perspectiva terapéutica.

Hace varios años, hablé con mi padre antes de una ceremonia y le conté algunos momentos difíciles de mi vida. Ya lo había intentado antes, aunque siempre había parecido caer en saco roto. Esta vez fue diferente. Me escuchó con atención. En aquella época, el ambiente entre nosotros era bastante agrio, e incluso nuestras interacciones más sencillas escalaban fácilmente a altercados verbales. En aquel momento, todo eso quedó a un lado, y la comunicación entre nosotros fluyó de forma clara y sin trabas.

Cambié mi forma de ver a mi padre y se me hizo difícil persistir en el mismo tipo de interacciones que habíamos tenido antes. Saber que él también estaba herido por dentro redujo mi reactividad hacia él y, hasta el día de hoy, rara vez discutimos.

Aquella ceremonia en particular marcó el comienzo de la mejora de mi relación con él. Cada copa que bebía aquella noche era como un bálsamo concentrado para el alma. En el espacio visionario, volví a mi pasado para ser testigo de mi infancia. Contemplé esta parte de mi historia personal no con mis propios ojos, sino con los de mi padre. Sin embargo, no se trataba sólo de ver; me encontré habitando toda su experiencia emocional. Comprendí entonces cuánto había sufrido él también, y cómo había sufrido aún más por no tener un medio sano de expresarlo. Antes de esto, nunca le había conocido como un ser emocional, y saberlo por experiencia propia dejaba poco espacio para el antagonismo. Cambié mi forma de ver a mi padre y se me hizo difícil persistir en el mismo tipo de interacciones que habíamos tenido antes. Saber que él también estaba herido por dentro redujo mi reactividad hacia él y, hasta el día de hoy, rara vez discutimos.

No creo que la ayahuasca me haya hecho las cosas menos difíciles. Por el contrario, me ayudó a desarrollar una actitud apta para afrontar las dificultades a medida que surgían.

Como he aprendido, el deseo de hacer cambios en tu vida va directamente unido a afrontar los retos necesarios para ayudarte a conseguirlo. No creo que la ayahuasca me haya hecho las cosas menos difíciles. Por el contrario, me ayudó a desarrollar una actitud apta para enfrentar las dificultades a medida que surgían.

Una maraña de viñas viejas cultivadas. Crédito de la foto: Juan Naum

Mi vida quedó en suspenso después de los estudios de posgrado, y seguí inmerso en mi proceso de curación. Mi trabajo continuo con ayahuasca durante este periodo promovió una intensa autorreflexión en medio de mi malestar. Finalmente, llegué a un punto en el que me sentí preparado para volver al mundo y solicité una ceremonia personal que me ayudara a seguir adelante con mi vida.

La medicina abrió muchas capas y vi la transmisión del trauma a través del linaje de mi madre y observé de primera mano cómo me lo habían transmitido a mí.

Un anciano bendijo y administró un potente brebaje con gran cuidado. Mis sinceras intenciones de sanar se expresaron en algunos momentos de la ceremonia y la información precisa del anciano me ayudó a centrarme. Bebí cada copa como si estuviera recuperando una parte de mí mismo con cada gota. Las visiones inducidas me hicieron llorar y la pesadez de la infusión me dejó desplomado ante mi cubo. Me purgué físicamente tanto aquella noche que el cuerpo me dolió durante días. La medicina me quitó muchas capas y vi la transmisión del trauma a través del linaje de mi madre y observé de primera mano cómo me lo habían transmitido. Cada momento que pasaba esa noche me llevaba más profundamente a una herida colectiva en la que finalmente corté los lazos con lo que no era mío. Esto sentó las bases para una transición saludable de vuelta a la vida después de pasar años viviendo un estilo de vida más transitorio. Retomé mi papel en el mundo de la terapia, y actualmente sigo en el proceso de obtener la licencia como Terapeuta Matrimonial y Familiar.

Algunos años más tarde, conocí a un maestro centenario con el que tomé ayahuasca durante varias semanas. Durante una toma en particular, me sentí dominado por una sensación de profunda desesperación que me era familiar en mi juventud. Entré de lleno en mi yo infantil herido y permanecí allí unos días. Aunque apenas podía hablar ni ocultar lo que sentía, intenté no pensar mucho en ello. Sentarse con este sentimiento, sin embargo, era un trabajo de preparación necesario para la ceremonia que siguió.

El autor con las plantas. Crédito de la foto: J Weisberger

Cada onda penetraba a nivel celular y me revelaba momentos de mi vida en los que me había quedado atascado en fases de desarrollo específicas.

Bebimos una última vez cerca de la fecha de mi partida. Trabajé codo con codo con un discípulo muy aventajado del viejo maestro, y aquel día cosechamos y preparamos la medicina. Tontamente pensé que sería suave, ya que se utilizó bastante más vid que hoja. Aquella noche colgamos nuestras hamacas y bebimos: el maestro, el discípulo y yo. Aún me encontraba bajo de ánimo por la ceremonia anterior, y el brebaje, aunque había tenido una mecha retardada, se precipitó como una marea cuando se encendió. La chuma me envolvió y vi directamente la fuente de mi antigua desesperación mientras ondas que me sacudían el alma me atravesaban. Cada onda penetraba a nivel celular y me revelaba momentos de mi vida en los que me había quedado atascado en fases de desarrollo específicas. Estos escenarios se desarrollaron ante mis ojos, y volví a experimentar cada uno de ellos a nivel emocional, invitando a la resolución a la que no había tenido acceso antes.

Los pocos viajes que he compartido aquí han tenido resultados increíblemente psicoterapéuticos por naturaleza. Me han permitido comprender mejor cómo afrontar eficazmente la angustia psíquica en un contexto personal y profesional. En cierto sentido, se me reveló la arquitectura de estas formas de pensamiento perturbadas, junto con algunas de las creencias y patrones de pensamiento comunes que permiten que existan en primer lugar. Estas experiencias fueron vitales para devolverme la confianza para ejercer como terapeuta. Gracias a ellas, ya no veo el bienestar como una mera posibilidad conceptual.

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La ayahuasca y otros enteógenos pueden ser vehículos de inmensa autorreflexión. Las muchas tardes de medicina me llevaron a una quietud dinámica en la que fue más fácil reconocer la totalidad en mí mismo una vez más. El trabajo profundo me permitió implementar cambios significativos en mi vida y permitió una suspensión de las perturbaciones de mi mente.

Este reajuste no podía aplicarse sólo a mí mismo, y la conciencia adquirida a través de estas experiencias encuentra su expresión única en la sala de terapia. El aprendizaje con la ayahuasca es continuo y trasciende el nivel intelectual, y el aprendizaje experiencial que ofrece puede producir grandes cambios de perspectiva que nos animan a estar presentes ante nuestros retos manteniendo la conciencia de nuestras capacidades. El proceso que inicia está marcado por momentos de aceleración y estancamiento, y la experiencia terapéutica comparte también este ritmo intermitente.

El viaje continuo sigue informando mi perspectiva terapéutica y, como tal, es difícil separar mis contribuciones al campo de las muchas experiencias sobre las que he tenido que reflexionar. Su significado e importancia añaden una profundidad inconmensurable a mi práctica terapéutica, al tiempo que me ayudan a vivir el ejemplo de los cambios que deseo facilitar en los demás.

Por último, quiero dedicar esta pieza a mi querido amigo Leonel, a quien acompañé como estudiante en mi más reciente viaje a la Amazonía. Dejó este plano inesperadamente el 1 de octubre de 2019. Siempre será conocido y recordado como padre, esposo, amigo y sanador. Pasó más de 25 años en el estudio dedicado al poderoso potencial curativo de esta medicina, y de hecho había experimentado, presenciado y facilitado muchas curaciones como las descritas anteriormente. Aprendió directamente del viejo maestro, que le llamaba cariñosamente Compadre. Al igual que su maestro, defendía esta ciencia sagrada de forma desenfadada, aunque con el máximo respeto por su profundidad. Que siempre se le recuerde con amor.

Ulbio Leonel Mendoza Zambrano, “El Compadre.” August 19, 1969 to October 1, 2019. En paz descansa.
Crédito de la foto: Francesca Perez-Buenteo

Traducción de Ibrahim Gabriell
Portada de Mariom Luna
Texto publicado originalmente en inglés en Chacruna Institute

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