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Amada Cárdenas: Guardiana de los jardines de peyote

El retrato de Stacy Schaefer de la Sra. Amada Cárdenas del sur de Texas, representa a una mujer extraordinaria que lleva adelante el legado peyotero de su familia, como comerciante de peyote. La extraordinaria compasión y el respeto inspirador de Amada por el peyote y su poder curativo único la llevaron a abrir su hogar, Jardines de Peyote (Peyote Gardens), a cualquiera que busque la ayuda del cactus.

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En lo profundo del corazón del sur de Texas, hay un lugar conocido por muchos como los “Jardines de peyote”, donde crece este cacto (Lophohora williamsii), el sacramento que expande la mente. Aquí se encuentra la modesta casa de la difunta Amada Cárdenas, la primera vendedora de peyote con licencia federal en los Estados Unidos. Este artículo es para honrarla; y narrar su historia busca brindar a los lectores inspiración y alentarlos a vivir con una compasión sincera, como lo hizo ella a lo largo de su vida, siguiendo el camino del peyote.

Amada nació en el terreno cálido y arbustivo de los Jardines de peyote, en 1904. Se crio en una comunidad donde el catolicismo era una forma de vida, y de su padre aprendió el comercio del cacto a una edad muy temprana. Cuando Amada se casó, ella y su esposo, el Sr. Claudio Cárdenas, se ganaron el sustento como peyoteros (comerciantes de peyote), y durante décadas dedicaron sus días a cosechar y ponerlo a la venta para los miembros de la Iglesia Nativa Americana (NAC) de Estados Unidos y Canadá.

Varios miembros de la Iglesia hacían la peregrinación hasta el sur de Texas para orar en la tierra del peyote, visitar a los Cárdenas y comprar un suministro del sacramento vegetal para llevarlo a casa, a su iglesia y a su familia. Los que no podían hacer el viaje les compraban peyote seco, a quienes se les enviaba por correo.

La NAC es una religión sincrética que combina el cristianismo con creencias nativas americanas, y el peyote y su consumo es parte vital de esta tradición. En 1918, el gobierno de los Estados Unidos reconoció a la NAC como una religión auténtica, pero a pesar de este estatus, los miembros de las tribus indígenas americanas han sufrido numerosas injusticias y persecución por su uso de peyote. En años más recientes, la legislación federal ha garantizado el derecho de los miembros registrados de la Iglesia a usar peyote en sus prácticas religiosas.

Casi al mismo tiempo que se estableció la NAC, los méxico-estadounidenses de Texas, principalmente vaqueros que trabajaban en tierras que antes fueron parte de las concesiones de tierras españolas, comenzaron a proporcionar peyote a los nativos americanos que viajaban al sur de Texas. La familia Cárdenas era buscada por su papel como peyoteros, pero su amabilidad y generosidad iba más allá; Amada y Claudio se preocupaban genuinamente por sus visitantes y participaban en las ceeremonias que comenzaron a realizarse en su propiedad. En ese sentido, llegaron a ser muy respetados y admirados por muchos nativos americanos que vinieron a su hogar.

Una miembro navajo de la NAC, Geri Arviso, relató su experiencia de cuando era una niña, de visita en casa de los Cárdenas, en la ciudad de Mirando:

Y recuerdo que había mucho peyote en el patio trasero; eran realmente grandes […] Mi madre se tomó muy en serio que este era un lugar sagrado, , y estaba conmovida por el hecho de que había gente que vivía allá afuera que respetaba el peyote, igual que nosotros lo hacemos […] Todos sabían que el Sr. y la Sra. Cárdenas son las personas que se encargan de la medicina, y que orarían por ellos.1

Sra. Amada Cárdenas con peyote.
Crédito: Stacy B. Schaefer.

En varias ocasiones, los Cárdenas pudieron ser procesados y encarcelados por proporcionar el cacto a los miembros de la NAC.

Los Cárdenas también experimentaron desafíos legales con funcionarios del gobierno estatal y federal sobre la interpretación e implementación de las leyes relativas a la regulación del peyote. Sin embargo, ellos siempre se mantuvieron firmes en su apoyo a los derechos de los nativos americanos a adquirir y usar peyote en sus ceremonias religiosas, y por ello en varias ocasiones, los Cárdenas pudieron ser procesados y encarcelados por proporcionar el cacto a los miembros del NAC. Los líderes de la NAC reconocieron su dedicación y apoyo a la Iglesia y como cuidadores del peyote, y en 1957, Claudio y Amada fueron nombrados delegados generales de Texas para la Iglesia Nativa Americana de América del Norte. Más tarde, en 1987, Amada fue nombrada oficial de la Iglesia Nativa Americana de los Estados Unidos.

Después de la prematura muerte de Claudio, en 1967, Amada estaba decidida a continuar en el comercio del peyote, lo que hizo durante más de diez años. En la década de 1970, el Departamento de Seguridad de Texas (DPS) se convirtió en la agencia reguladora del peyote para el gobierno federal, y Amada fue una de los primeros comerciantes en obtener el permiso oficial. Con el paso de los años, se dio cuenta de lo difícil que era sostener el negocio sola y finalmente se jubiló. Durante el resto de su vida abrió su puerta a generaciones de miembros de la NAC, muchos de los cuales se habían convertido en queridos amigos. También extendió su hospitalidad a otros recién llegados, de cerca y de lejos, que querían conocerla, ya que se había convertido en una personalidad legendaria. Cualquiera que viniera a su casa, nativo americano o no, era recibido calurosamente; ofrecía a sus visitantes comida, un lugar para quedarse, un espacio para orar, y permitía que se instalaran tipis en su propiedad para reuniones específicas.

Con el ejemplo, Amada demostró la belleza que la humanidad es capaz de expresar. En su vejez, oraba cuando despertaba, todas las mañanas, durante el día y por la noche, antes de dormir; oró por su familia y sus amigos queridos que enfrentaban desafíos en sus vidas; oró por sus vecinos, por los nativos americanos y los no-indígenas que le confiaban sus problemas; oró por los políticos, los líderes religiosos, e incluso por las personas que sufren en países de los que sólo había oído hablar en las noticias. Ante sus ojos, todos eran importantes y dignos de amor. Y, ante todo, oró por el peyote.

Amada haciendo un jefe peyote.
Crédito: Stacy B. Schaefer.

Desde niña, Amada aprendió de los indios que vinieron al sur de Texas, y de su padre y su esposo, a hacer “jefes peyote”. El Peyote Chief es un gran cacto, elegido por su tamaño y sus numerosas secciones. Después de la muerte de su esposo Claudio, comenzó a hacer jefes para las personas que los solicitaban, o para quienes querían regalar un poderoso talismán o un objeto ritual central. Amada seleccionaba estos peyotes y pasaba días, incluso semanas, trabajando con sus dedos para darles forma, de modo que se secaran con la parte inferior aplanada y con sus areolas superiores difusas, de modo que parecían una corona. En el transcurso de la preparación de un jefe, Amada ponía en cada jefe buenos pensamientos y oraciones curativas para su futuro dueño, lanzando humo de tabaco sagrado sobre cada uno en el proceso. Pocas personas se consideran dignas de tener tales poderes para convertir a los peyotes en jefes, y Amada generalmente tenía una larga lista de pedidos.

Ella atribuyó su buena salud y larga vida a comer un poco de peyote todos los días; falleció un mes antes de alcanzar los 101 años.

Además, Amada se ganó la reputación de ser una sanadora. Ella atribuyó su buena salud y larga vida a comer un poco de peyote todos los días; falleció un mes antes de alcanzar los 101 años. Pero también se sabía que había curado a otras personas. Un poderoso ejemplo de sus poderes curativos fue compartido por Loreta Afraid of Bear Cook, una lakota de la Pine Ridge Reservation. Había venido otras personas a ver a Amada para adquirir peyote, y para que ella sanara a su esposo, agobiado por una protuberancia purulenta del tamaño de un puño. Loreta relata:

“Ella metió la mano en la parte de atrás de su pierna y tocó el forúnculo. Ella bendijo al hombre, oró por él y le dio peyote […] le dijo, come esto y te recuperarás, llegarás a casa y estarás bien. Temprano, a la mañana siguiente, cuando salía el sol, ella tomó el medicamento y se lo mostró al sol; dejó que sus rayos lo golpearan. A él tuvimos que levantarlo de la cama […] ella oraba en su propio idioma con el peyote, y luego se lo dio […] Así se olvidó de sus dolores por un momento, y para mí fue como si ella hubiera hecho un milagro, porque esa cosa explotó, justo como si perforara la piel, justo cuando ella decía las oraciones […] entonces ella nos dijo que creyéramos en la medicina y en el poder de la oración. Y lo hicimos…. Y él sobrevivió.”2

Amada colmaba de bendiciones a todos sus visitantes y rociaba agua bendita sobre ellos y sus vehículos cuando se iban a despedir. Ella explicó sobre sus acciones que “Mis oraciones son antiguas […] oro por todo el mundo, por todos los que están vivos […] que Dios les eche una mano, que los cuide en el camino […] por sus familias, por todos mis amigos, para todo el mundo”.3

De hecho, el mundo sería un lugar más amable y humano si más personas siguieran su ejemplo. Amada quería mantener su propiedad abierta como refugio, como un lugar sagrado para futuros visitantes, independientemente de su herencia cultural, tradiciones religiosas o nacionalidad. Vio que a todos los unía era el respeto y adoración al peyote en un sentido de esperanza, fe, amor y caridad.

Después de su fallecimiento en 2005, el único hijo de Amada, Claudio, ha tratado de honrar la tradición de sus padres al acoger a los visitantes que van a orar con el peyote. Esto ha sido un desafío para él, ya que llevaba muchos años viviendo en Minnesota con su familia. Varios tejanos le han ayudado como cuidadores y algunos miembros de la NAC han ayudado con reparaciones y mantenimiento, pero sigue administrar la propiedad desde lejos siendo un reto.

Jefes peyote sobre alfombras navajo en miniatura. Crédito: Stacy B. Schaefer

Los Jardines de peyote se reducen a medida que el terreno se modifica para convertirlos en tierras de pastoreo para el ganado, y por las plataformas de perforación petrolera, y ahora las turbinas eólicas también interrumpen el hábitat del peyote. También, sucede que el peyote se está recolectando en exceso, y el número y la salud de las poblaciones de peyote están disminuyendo de manera preocupante. En el lado estadounidense de la frontera, el Cactus Conservation Institute trabaja para abordar esta crisis. Además, la unión de varias organizaciones ha creado la Iniciativa de Conservación del Peyote Indígena, que está destinada a las comunidades indígenas que practican las tradiciones del peyote en ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y Texas. Estas iniciativas para conservar y proteger el peyote en el sur de Texas son prometedores. El lugar de Amada sigue siendo un santuario único que honra sus deseos de mantener las puertas abiertas. Uno puede sentir su presencia mientras vela por todos los que vienen a los Jardines para sanar, aprender, orar y honrar a los demás, mientras comulgan con esta planta sagrada e inspiradora.

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