A través de este relato de ficción, Andrew Penn ofrece una imagen literaria de la práctica farmacéutica clandestina contando la historia de los círculos de ISRS de 1985 en la ciudad de Nueva York. Lo compara con la creciente popularidad de los psicodélicos en la corriente dominante y el entusiasmo por los ensayos clínicos, mientras que al mismo tiempo la práctica clandestina sigue existiendo.
Robin Farquharson es una figura de transición a través de la cual es posible explorar la transformación del LSD de herramienta terapéutica utilizada por los psiquiatras, a arma de subversión contracultural vuelta contra las autoridades psiquiátricas. Mark Gallagher sostiene que los historiadores del sindicalismo de enfermos mentales en Gran Bretaña no han prestado suficiente atención a Farquharson ni a su viaje desde el mundo académico al activismo.
Esta es la historia de la artista y autora Kay Parley y su asombroso viaje a través de la psicosis maníaco-depresiva hasta la enfermería psiquiátrica y la terapia con LSD.
Al verse a sí misma como la primera mujer misionera psiquiátrica, Nichols ignoró los roles de género prescritos y siguió su formación en un contexto dominado por hombres. Nichols vio al LSD como una herramienta eficaz y eficiente para ayudar a los pacientes.
Según el parapsicólogo Stanley Krippner, Lauretta Bender se retiró a propósito de los debates en torno al LSD para protegerse y preservar su reputación como médica, aunque en privado estaba muy entusiasmada con los psicodélicos; de manera reveladora, había leído The Doors of Perception de Huxley y usaba la palabra psicodélico en 1966.
El psiquiatra José Valencia hace un llamado a la reestructuración de las prioridades socioculturales como complemento de un cambio de paradigma en la salud mental que considere las potenciales aplicaciones de las sustancias psiquedélicas, esto mediante un análisis del trastorno límite de personalidad, la llamada “muerte del ego” y su relación con estudios clínicos actuales de la investigación psiquedélica.