El 13 de agosto, incontables millones tuvieron motivos para reflexionar sobre lo que se perdió hace cinco siglos en la conquista de tenochtitlan.
No hay un alma viva hoy que no haya sido infectada por el colonialismo, y como personas infectadas con la enfermedad de la colonialidad, podemos reproducir el daño colonial. Los mestizos, descendientes de orígenes indígenas, africanos y de colonos, han sido convertidos en armas por las jerarquías coloniales para privar aún más de sus derechos a los pueblos indígenas y afrodescendientes. En nuestros viajes hacia la curación del trauma generacional como descendientes de la colonización, una praxis descolonial para desvincularnos de las actitudes coloniales debe incluir la solidaridad y el respeto por la soberanía indígena.