El Dr. Osiris García Cerqueda es un historiador y sociólogo indígena mazateco de Huautla de Jiménez, Oaxaca, México. Desde muy joven se ha dedicado al estudio de la historia de su comunidad y a la práctica del ritual ancestral con hongos psilocibios, del que era reconocida María Sabina. En los últimos años, la reciprocidad y la justicia restaurativa son la base de su trabajo de diagnóstico de necesidades en su comunidad y el desarrollo de actividades para fortalecer la biocultura mazateca. Es autor del libro Huautla tierra de magia, de hongos y hippies (2014) y de la revista independiente Mirador Mazateco (2010-2015). Osiris busca crear conciencia sobre el impacto del Norte Global en el pueblo mazateco en esta nueva ola del renacimiento psicodélico. Es Coordinador de Programas de la Iniciativa de Reciprocidad Indígena de las Américas (IRI) de Chacruna.
A manera de introducción
El presente artículo es el resultado de un constante ejercicio de análisis que como miembro de la etnia mazateca he llevado a cabo, sumado a mi propia formación como investigador de las ciencias sociales en sus formas concretas. Un análisis desde adentro que busca visibilizar los actos de memoria y resistencia en las manifestaciones cotidianas y rituales hacia los distintos mecanismos de dominación que de forma constante se reconfiguran en busca de la administración de la cultura mazateca, particularmente, de los rituales de sanación con hongos psilocybe. Temáticas que requieren de nuevas perspectivas analíticas para comprender el papel de las sociedades indígenas y de sus plantas sagradas en el devenir del mundo capitalista.
Algunas aseveraciones
El ascenso a la sierra mazateca está siempre lleno de expectativas, más nunca de desilusión ante lo nuevo que uno puede encontrarse. Desde animales silvestres corriendo sobre la carretera hasta los clásicos relatos en torno a María Sabina y a los llamados hongos alucinógenos, como comúnmente se les llama a los hongos psilocibios que crecen entiempo de lluvias.
Es en estas temporadas, cuando extranjeros de diferentes nacionalidades y estratos sociales arriban a la región en busca de la “experiencia sagrada” con los Ndi shi tjo (“pequeños que brotan”, en lengua mazateca), ciertos sectores de la población han asumido una actitud de cooperación cuyo común denominador es la presentación de un discurso místico en torno a los “hongos alucinógenos”. Relatos que casi siempre parten del momento en el que Gordon Wasson “descubrió” el ritual de los hongos y a María Sabina. Se recrean imágenes de los hippies desnudos en Puente de Fierro, seguido de quienes aseguran que Bob Dylan y John Lennon arribaron en busca de la “sacerdotisa”. Así mismo, de cómo a partir de la llegada de extranjeros en la década de 1960 vino consigo el quiebre de una tradición que había permanecido oculta e incorruptible desde tiempos prehispánicos. Narrativa que se nutre de anécdotas y datos curiosos que a su vez, han ido configurando un “mercado de lo sagrado” que fortalece y reproduce las relaciones económicas que se generan a partir de la cultura mazateca, siendo Huautla de Jiménez el municipio donde estas relaciones se desarrollan con mayor intensidad.
Esto ha tensado aún más las relaciones entre grupos políticos regionales, ya que la administración de dicho mercado se ve traducida en la obtención de recursos económicos a partir del turismo cultural y de una serie de programas estatales encaminados a la explotación de una supuesta originalidad étnica. Conjuntamente, se visualiza en la población el incremento de tensiones resultantes de la lucha por la captación de turistas ya sea para venderles hongos, fungir como informantes e intermediar las relaciones con los chjota chjine (gente de conocimiento), así como establecer relaciones amistosas y de compadrazgo con los extranjeros. Así, la región se transforma dentro de las lógicas capitalistas que mediante la generación de nuevas formas de subempleo y proletarización han ido desplazando a las formas tradicionales del trabajo vinculadas con la tierra.
¿Qué es aquello que tras sesenta y cinco años de gestado dicho proceso no hemos podido visibilizar y que, sin embargo, es latente y perceptible dentro de la misma cotidianidad de los pueblos mazatecos? De forma concreta, la respuesta se encamina a la revalorización de la memoria y la voz de la gente omitida por la historia.
Tras dichas aseveraciones, muchas de ellas experimentadas por investigadores, curiosos y por la misma población, es riguroso preguntar: ¿Qué es aquello que tras sesenta y cinco años de gestado dicho proceso no hemos podido visibilizar y que, sin embargo, es latente y perceptible dentro de la misma cotidianidad de los pueblos mazatecos? De forma concreta, la respuesta se encamina a la revalorización de la memoria y la voz de la gente omitida por la historia.
La memoria mazateca. Un acto de resistencia
Sobre una de las veredas de Santa Cruz de Juárez, agencia municipal de Huautla se encuentra la casa de Serapio. Paisano mazateco, quien tras dar el último sorbo a su tasa de café, nos confía parte de su historia de vida, la cual es un vaivén entre pasado y presente; entre el comercio del café y los honguitos. Dice él que también sembró el grano en su parcela como muchos otros cuando aún dejaba buen dinero. Pero eso ya pasó, dice. Cuenta también que siendo muy joven aprendió a “curar con honguitos” y supo de las reglas para que éstos “hagan su trabajo”. Tras casi una hora de charla sobre ello, su comentario final fue el siguiente:
Los que sabemos cómo curan los honguitos lo aprendimos poco a poco, no es así nomás (sic) como dicen varios que curan todo porque quieren dinero o ir a pasear a la ciudad. Quién sabe si sea cierto todo lo que dicen o nomás (sic) engañan a la gente […]. Yo aprendí de mis padres y de mis abuelos, es algo que viene desde mucho atrás (sic), de los que vivieron antes que yo, por eso los que sabemos nos escondemos, para que no se pierda, para que siga curando a la gente […]
Tal relato se suma a muchos otros recolectados en la sierra mazateca, los cuales permiten establecer que las plantas sagradas y los rituales encuentran su razón de ser en la evocación al pasado que sólo los actos de memoria nos puede ofrecer, aún con sus propios enigmas (Ricoeur, 2000). La rememoración es la guía con la cual los rituales con hongos permiten el retorno a un origen cosmogónico, desde donde se dicta el presente y el futuro de los sujetos; a un tiempo fuera de las lógicas del “tiempo moderno” (capitalista). En este sentido, los rituales con hongos psilocybe permiten dar un salto hacia el pasado como una forma de interpelar la banalidad y la inmediatez resultantes de la “modernidad”. Es, en cierta forma, una lucha de la memoria contra el olvido (Tischler, 2010, p. 54).
Se debe aclarar que esta memoria mazateca, determinada por una diversidad de conocimientos íntimamente vinculados con el espacio y los recursos naturales, no es estática ni transhistorica; se reconfigura con el mismo devenir de la población resultante de diversos procesos históricos (como lo es el desarrollo capitalista en la región) pero que, sin embargo, se encuentra en tensión constante con ellos.
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María Sabina: La voz del otro
Cuando Cayetano García mandó avisar a María Sabina que requería de sus conocimientos para llevar a cabo una “velada” ella aceptó sin cuestionar. No obstante, al percatarse de que la persona a quien daría los hongos era desconocida y ajena a la comunidad mazateca, inició un debate moral en el que se contrapusieron sus creencias y formas de percibir el mundo. ¿Qué influyó en María Sabina para que decidiera guiar la velada en la que Wasson quedaría maravillado, aquella noche de junio de 1955? Es algo que aún después de 65 años sigue generando dudas e inquietudes, por lo que la intención de dicho cuestionamiento es, más allá de caer en un revisionismo sobre los encuentros entre Sabina y Wasson; tratar de comprender las formas en que las relaciones de poder y las prácticas rituales se entrelazaban –entrelazan- dictando el actuar de María Sabina.
Las formas propias de percibir el mundo y su cultura estaban determinadas por una íntima relación con lo sagrado, al mismo tiempo que con las distintas formas de dominación históricamente establecidas por las clases dominantes y asumidas como formas de relación comunitaria por parte de la clase trabajadora. Por lo cual, es posible considerar que fueron dos los factores inmediatos que determinaron su actuar ante una situación que estaba fuera de su control: 1) Asumir la “responsabilidad moral” que Cayetano García le otorgó no sólo como un vecino, sino como miembro de la autoridad municipal encabezada en ese entonces por el líder político Erasto Pineda. Con ello se visualiza una de las tantas formas sutilmente imperantes con la que los estratos sociales altos ejercían –ejercen- el poder hacia los sujetos de las clases pobres para el beneplácito de alguien de su mismo estrato social, del gobierno o en este caso, de un extranjero. Ello sin omitir las acciones de resistencia, negociación y consenso de los grupos subalternos, dignas de un análisis particular. 2) Cumplir con la labor que desde el mundo de lo sagrado le fue asignada para fungir como el medio por el cual el hongo podía hablar y curar a la gente. Negarse a ello implicaba obtener un castigo divino mayor a lo ya vivido con la muerte de sus familiares y la desgastante vida que llevaba. Un modus vivendi donde la violencia había sido históricamente normalizada como un elemento inherente a la existencia humana.
Al formar parte de un contexto distinto al de las llamadas “sociedades modernas” (y no por ello menos violento), los intereses de Sabina se encaminaban en asegurar su sobrevivencia y la de su familia. Por lo que el enriquecimiento a partir de la comercialización de sus saberes chamánicos lejos estaba de ser el motivo por el cual tantas veces aceptó encontrarse con Wasson y demás extranjeros. La sacralidad que ella desde su propia subjetividad les asignó a las veladas y a los honguitos impedía que los percibiera como los trozos de leña que vendía, los cigarros que consumía o como cualquier otra cosa fácil de adquirir. Algo irónico es que tras su muerte ella misma pasó a ser parte del conjunto de símbolos con las que el “mercado cultural” se reconfigura y fortalece cotidianamente.
¿Era María Sabina la que realmente hablaba en los textos que de ella se generaron y que en la actualidad se siguen asumiendo como muestra fidedigna de su vida y de sus saberes? Algo sumamente difícil de saber debido a que sus lenguajes eran constantes evocaciones de un pasado determinado por la memoria y no por las lógicas de la “modernidad”
Ello nos lleva a un nuevo cuestionamiento ¿Era María Sabina la que realmente hablaba en los textos que de ella se generaron y que en la actualidad se siguen asumiendo como muestra fidedigna de su vida y de sus saberes? Algo sumamente difícil de saber debido a que sus lenguajes eran constantes evocaciones de un pasado determinado por la memoria y no por las lógicas de la “modernidad”. Lenguajes que dentro de la parafernalia de lo étnico han sido asumidos por grupos económicos y políticos regionales, respaldados a su vez por las políticas estatales cuyos fines se encaminan a la capitalización de la cultura mazateca.
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Fernando Benítez (2006) fue uno de los que planteó la dificultad a la cual se enfrentó al tratar de estudiar la vida de “la santa de los hongos”, siendo el mayor obstáculo la incomprensión del lenguaje simbólico, aun cuando en las tantas entrevistas que se le hicieron estuvieran presentes interpretes locales quienes a juicio de Benítez, deformaban “el sentido y la originalidad de su relato al pasarlo por el filtro de otra cultura y de otra sensibilidad” (p. 299). Un error que desde entonces han venido replicando tanto locales como foráneos en un intento de comprender fidedignamente los llamados saberes ancestrales.
A manera de cierre
¿Cómo abordar la discusión en torno a las plantas sagradas de los mazatecos sin caer en el discurso de lo descriptivo y sumamente repetitivo? ¿Cómo retomar la imagen de María Sabina sin caer en la clásica imagen que “el mercado de lo sagrado” ha construido de ella? Cuestionamientos que más allá de generar conclusiones nos deben dirigir a nuevas interrogantes sobre cómo abordar y construir una historia que cuestione -más que describir- los procesos económicos, políticos y sociales experimentados por los pueblos de la sierra mazateca en su largo proceso de integración a la nación. En este sentido, la función central de la memoria debe de ser la de cuestionar las dinámicas “modernas” como transformadoras de los símbolos sagrados mazatecos. María Sabina al igual que muchos de sus paisanos contemporáneos ejercían mediante distintas formas el acto de memoria dado que sus vidas estaban guiadas por un tiempo distinto al de las nociones de progreso, promovidas por los grupos de poder y clases altas de la región en relación a las dinámicas globales y del mismo Estado mexicano. Por lo que más allá de una construcción idílica del pasado, se debe tener en cuenta que la historia de los pueblos mazatecos es una historia de conflictos, resistencia y negociación.
Referencias bibliográficas
Benítez, F. (2006). Los hongos alucinantes. México: ERA.
Benítez, F. (2006). María Sabina y sus cantos chamánicos. En Monsivais, C. A ustedes les consta. Antología de la crónica en México (pp. 299-316). México: ERA.
Glockner, J. & Soto, E. (2006). La realidad alterada. Drogas, enteógenos y cultura. México: Debate.
Jacorzynski, W. & Rodríguez, María T. (2015). El encanto discreto de la modernidad. México: CIESAS.
Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. España: Siglo XXI.
Ricoeur, P. (2000). La memoria, la historia, el olvido”. México: FCE.
Rodríguez, C. (2017). Mazatecos, niños santos y güeros en Huautla de Jiménez, Oaxaca. México: UNAM.
Rodríguez, C. (2019). Faena para el progreso. Huautla de Jiménez (Oaxaca). En: Estudios mesoamericanos, Edición digital. (2), 47-57.
Tischler, S. (2010). “La memoria ve hacia adelante. A propósito de Walter Benjamin y las nuevas rebeldías sociales”. En: Constelaciones. Revista de Teoría Crítica, (2), 38-60.
Portada de Karina Álvarez.