Lígia Duque Platero es Doctora en Antropología por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Río de Janeiro. Investiga sobre chamanismos y religiones de ayahuasca.
Hace cinco años nos casamos en Río de Janeiro, en un ritual religioso de Santo Daime. Recientemente, Shelby Hartman publicó en Chacruna un artículo sobre la homofobia en los círculos de ayahuasca. 1 Nosotras también pasamos por situaciones de violencia simbólica, dentro y fuera de los rituales. Tenemos mucho que agradecer a los adeptos de la Iglesia que nos ayudaron a organizar la ceremonia; sin embargo, no podemos dejar de mencionar situaciones que hoy consideramos homofóbicas.
Era el 3 de mayo de 2014. El lugar: una casa en medio de la Floresta de Tijuca, en Alto da Boa Vista, Río de Janeiro. A las diez de la mañana bajamos a la mesa donde estaba el juez notario. Él cumpliría la función burocrática de casarnos legalmente. Adquirimos derechos civiles similares a los de las parejas heterosexuales. En 2011, en una decisión histórica, la Corte Suprema de Brasil dictaminó que las parejas homosexuales también tienen derecho a casarse legalmente, con los mismos derechos y deberes que el matrimonio heterosexual.
Después del matrimonio civil, se llevó a cabo un ritual de la boda religiosa de Santo Daime adaptado. Nuestro matrimonio no ocurrió en la pausa de un ritual festivo en el salón de la iglesia, como sucede en los matrimonios heterosexuales en Brasil de esta religión.
Después del matrimonio civil, se llevó a cabo un ritual de la boda religiosa de Santo Daime adaptado. Nuestro matrimonio no ocurrió en la pausa de un ritual festivo en el salón de la iglesia, como sucede en los matrimonios heterosexuales en Brasil de esta religión.
Entonamos tres himnos (considerados cantos sagrados) de Padrinho Sebastião que se cantan en las uniones heterosexuales, pero modificamos los textos leídos por el oficiante. Seleccionamos el pasaje bíblico Corintios 13, que habla del amor, reemplazando un texto convencional católico: Efesios 5:23, según el cual “el marido es cabeza de la mujer”.
Cada uno de los prometidos ingresó al espacio ceremonial con sus respectivos integrantes del cortejo nupcial, mientras los invitados entonaban el himno “El símbolo de la verdad”. Todos los presentes cantaron catorce himnos del Santo Daime seleccionados por nosotras. Los invitados que desearan beber ayahuasca podían pasar al altar para recibirla. Junto con nosotras, varias otras personas, en su mayoría adeptos del Santo Daime, que bebieron una pequeña dosis del té.
Cinco años después, recordamos los pasos dentro de las iglesias de Santo Daime que nos llevaron a este ritual nupcial. Entre 2010 y 2012, yo, Lígia, viví en la Ciudad de México. Allí pasé por un proceso de conversión religiosa y me convertí en “fardada” (adepta) del Santo Daime (Iglesia de Culto Ecléctico del Fluir de la Luz Universal Patrón Sebastião Mota de Melo).
Desde el principio fui aceptada como homosexual en esta iglesia. Estoy de acuerdo con Cavnar 2 que el contexto ritual (el escenario) es muy importante en cuanto a la inclusión o exclusión en el grupo, y el tema de sentirse bien recibida y aceptada como homosexual, o no, por los líderes y por otros miembros, es algo que cambia la experiencia.
Esta congregación era un pequeño grupo de jóvenes urbanos cuyos valores sociales eran muy diferentes a los de los padrinhos brasileños más tradicionales; además, ya había una pareja homosexual en el grupo. Sentí la aceptación de la homosexualidad; pero, paradójica y simultáneamente, sentí la presencia del patriarcado mexicano.
Las iglesias de Santo Daime, en general, están organizadas de manera patriarcal y jerárquica. Las mujeres se ven orilladas a desempeñar roles de género relacionados con la maternidad y se las desalienta de los puestos de liderazgo. Así, predomina un ideal conservador de familia heterosexual.
El padrinho de la iglesia mexicana aceptó mi orientación homosexual, pero se esforzó para hacerme “aparentar” heterosexual, es decir, con una clara identidad femenina y su comportamiento normativo. Había aceptación de los homosexuales, pero con la condición de que encajaran con las normas cisgénero hegemónicas establecidas.
Entonces me di cuenta de que la intención de hacer encajar a los homosexuales en patrones heteronormativos procedía de la moralidad de los líderes, y no de las enseñanzas de los espíritus de las plantas.
La iglesia mexicana ha recibido padrinhos y madrinhas brasileños relacionados con la ICEFLU. Una vez le pregunté a una madrina sobre su comprensión de la homosexualidad. Para ella, era una “enfermedad social”, creada por los desequilibrios entre lo masculino y femenino; y otra madrina me sugirió buscar la maternidad a través de una relación heterosexual. En otras palabras, me aconsejó que me a justara a estándares heteronormativos. Percibí que, para ella, la homosexualidad era una especie de tabú, un comportamiento a corregir. Sin embargo, cuando participé en los rituales en la iglesia mexicana, los espíritus de las plantas nunca me impulsaron a buscar esa corrección. Entonces me di cuenta de que la intención de hacer encajar a los homosexuales en patrones heteronormativos procedía de la moralidad de los líderes, y no de las enseñanzas de los espíritus de las plantas.
En una ocasión participé con este grupo en un ritual de peyote realizado por un indígena wixrarika (huichol). Al final de la noche, el rostro de una mujer joven, a quien entonces no conocía, apareció en mi mente. Después de unos meses, en un viaje a Río de Janeiro en 2010, creí reconocer a la joven de la “visión”. Desde ese día, esa mujer se convirtió en mi novia y, cuatro años después, en mi esposa. A finales de 2011, Klarissa me visitó en la Ciudad de México y se convirtió en adepta del Santo Daime, y a finales de 2012 vivíamos juntas en Río de Janeiro. Asistíamos regularmente a una de las iglesias más antiguas de Santo Daime, fuera del estado de Acre, en cuyos rituales empezamos a tener visiones e intuiciones espirituales sobre nuestra ceremonia nupcial.
Como resultado, decidimos hablar con los líderes de la iglesia sobre la realización de la ceremonia. Hablamos primero con la madrina, quien no se opuso a nuestra unión, a pesar de su evidente vergüenza. Ella enfatizó que la ceremonia no podía tener lugar en el salón de la iglesia, porque “ese tipo de ceremonia no pertenece a la tradición de Mestre Irineu [el fundador de Santo Daime] y de padrinho Sebastião [fundador de la rama ICEFLU de Santo Daime].” Ella nos dio permiso, pero expresó la necesidad de tratar esto con el padrino de la iglesia. Y eso fue lo que hicimos. Al final de un ritual, le contamos nuestra historia y nos dijo que tendría que pedir permiso a madrinha Rita, la viuda de padrinho Sebastião y la líder más importante de la religión, a su entender. Él nos daría una respuesta definitiva después de la conversación. Acordamos la condición y solicitamos daime (ayahuasca) para la ceremonia; en un principio no se opuso. Comenzamos con los trámites legales del matrimonio, hicimos las invitaciones y se las dimos a los miembros de la iglesia, unas ochenta personas en total.
Pudimos sentir, dentro y fuera de los rituales, la oposición a nuestro matrimonio por parte de algunos miembros de la iglesia.
Pudimos sentir, dentro y fuera de los rituales, la oposición a nuestro matrimonio por parte de algunos miembros de la iglesia. Como ejemplo, días antes del ritual, una anciana adepta, con quien teníamos una buena relación, nos llamó y dijo que, durante un ritual, el espíritu de padrinho Sebastião le dijo que nuestro matrimonio no podía suceder. Sin embargo, en el mismo ritual, tuvimos experiencias con el espíritu de la planta que nos llevaron a creer que nuestros “guías espirituales”, incluido el padrinho Sebastião, estaban de acuerdo con nuestro proyecto. Semanas después del matrimonio, esta mujer se fue de la iglesia.
Ese episodio no fue el más discordante. Días antes de la unión, el padrinho de la iglesia programó un ritual para hombres el mismo día de nuestra boda. Este acto nos impactó mucho, porque se esperaba que nuestros invitados masculinos estuvieran presentes en ese ritual, que comenzaría al mismo tiempo que nuestra ceremonia. Cuando fuimos a hablar con el padrinho, aseguró que no habíamos confirmado la fecha con él, a pesar de que le habíamos dado la invitación, con la fecha, a su familia. La madrina era consciente de ello, pero en esa conversación, el padrinho afirmó que habíamos transformado la ceremonia en un evento más grande de lo que había imaginado. Sugirió que tuviéramos un pequeño ritual, más discreto, donde tomaríamos ayahuasca en el descanso de alguna ceremonia, en la misma iglesia, en un espacio llamado “casita del daime”, sólo en presencia del oficiante, dos padrinos de boda y dos damas de honor. En otras palabras, lejos de los ojos de todos, “en el armario”. Incluso sugirió que cambiáramos la fecha de la boda.
Aquí prevaleció su moral conservadora, una actitud que lo llevó a tratar de impedir que tuviéramos una ceremonia a la que asistieran miembros de la Iglesia. Esa situación fue uno de los mayores puntos de tensión y conflicto que implicó la organización de nuestro matrimonio, aunque la madrina local confirmó la autorización de madrinha Rita: “Sí, hija mía, estás autorizada. Es mejor casarse que saltar de rama en rama”. A pesar de esto, el padrinho de Río se negó a proporcionar el sacramento para consagrar nuestra unión. Buscamos otro proveedor y conseguimos la ayahuasca en el mismo lugar donde se realizaría la boda, que era el espacio ritual de otra línea chamánica vinculada a los pueblos indígenas locales (Guardiões Huni Kuin, también conocidas como Tradições Xamânicas da América Indígena).
Después del ritual de la boda y el almuerzo, el número de participantes masculinos en la celebración disminuyó, ya que los hombres se fueron a la ceremonia antes anunciada por el padrinho. Sin embargo, la fiesta continuó hasta el anochecer, con la presencia de mujeres fardadas de la iglesia, niños, familiares y amigos; un momento inolvidable para nosotras.
A pesar de todos los conflictos y la violencia simbólica que soportamos, nos casamos en un ritual adaptado y fuimos respetadas como pareja por los otros adeptos.
Después de algunas semanas, un antiguo miembro de Santo Daime nos dijo que nuestro matrimonio había suavizado los rumores y chismes sobre la homosexualidad entre los miembros de la Iglesia. Entendimos que hacer pública nuestra relación había expuesto el tabú de la homosexualidad. Había otros miembros queer de Santo Daime que optaron por seguir ocultando este aspecto de sus vidas a sus compañeros. Sabíamos de algunos de ellos por chismes o porque se sentían cómodos con nosotras porque también somos homosexuales.
A pesar de todos los conflictos y la violencia simbólica que soportamos, nos casamos en un ritual adaptado y fuimos respetadas como pareja por los otros adeptos. Creemos que, debido a la ceremonia de matrimonio, hubo un relativo cambio social en cuanto a la aceptación de parejas homosexuales en esta Iglesia, aunque se mantiene una moral hegemónica conservadora y heteronormativa. En nuestra experiencia, hemos visto una pareja de lesbianas y una pareja de hombres gay que son líderes de la Iglesia de Santo Daime de la línea del padrinho Sebastião; sin embargo, se presentan públicamente como heterosexuales para evitar conflictos relacionados con la homofobia.
Creemos que se debe fomentar la investigación socioantropológica para determinar si las iglesias dirigidas por homosexuales ofrecen un entorno más acogedor para las personas gay y las transgénero. Esto se debe a que hemos experimentado por nosotras mismas lo importante que es un entorno acogedor para los adeptos LGBTIQI+ que participan en procesos de sanación personal y autoconocimiento.
Referencias
- Hartman, S. (2019). Why LGBTQI+ members are creating their own ayahuasca circles. Chacruna.net. Retrieved from https://chacruna.net/why-lgbtqi-members-are-creating-their-own-ayahuasca-circles/ ↩
- Cavnar, C. (2018). Ayahuasca’s influence in gay identity. In B. C. Labate, C. Cavnar, & A. K. (Eds.), The expanding world ayahuasca diaspora: Appropriation, integration and legislation. New York City, NY: Routledge. ↩