Isaac Mariscal Frausto es Doctorante de Ciencias Sociales en el Colegio de Jalisco con la tesis “Neochamanismo: Deslocalización y reterritorialización de la cultura wixarika mediante el circuito New Age”. Tiene Maestría en Investigación Educativa en la Universidad de Guadalajara (2011-2013) con la tesis: “La transmisión y construcción del conocimiento iniciático en una comunidad wixaritari”.
Las enseñanzas sobre el peyote o hikuri, que los wixaritari comparten con los buscadores espirituales y neochamanes han sido recopiladas durante ceremonias del costumbre y en peregrinajes a los lugares de uso ritual. Regularmente han sido narraciones que los huicholes comparten con los buscadores espirituales, mediante las cuales presentan un marco ético de actuación para demarcar una forma de compartir y resignificar la cultura tradicional con quienes no tienen el bagaje mítico ni el uso de la lengua nativa. Estamos hablando de la conformación de discursos en la confluencia de las trayectorias entre wixaritari y buscadores espirituales en estas zonas de contacto que funcionan como lugares transculturales donde se construye una ortopraxis de lo huichol que llamaremos del camino huichol entendido como la construcción de una nueva espiritualidad con base en las prácticas tradicionales de los wixaritari.
Para los mara’akate Pablo Taizán y Lucia Lemus no es adecuado combinar distintos tipos de plantas sagradas porque cada una implica un aprendizaje diferente. La analogía que se utiliza comúnmente es con referencia a la educación escolar. “No puedes estudiar en muchas escuelas a la vez, en muchas universidades. Necesitas pasar por solo una, recibir el título de una sola (…) Si vas a estudiar con un dios estarás comprometido con él siguiendo sus instrucciones hasta terminar tu estudio, hasta aprender lo que te enseñe”. − Hasta terminar un estudio es que puedes iniciar otro; igualmente, en el caso de que vayas aprender con el hikuri, no puedes seguir otro estudio. −Nos ha dicho doña Lucía cuando iniciamos un tipo de responsabilidad ritual−.
Para los wixaritari el mara’akame es el guía, el maestro, el medio de comunicación entre las deidades y los seres humanos. Sin él, es imposible realizar la conexión con lo sagrado. Dicha conexión e interlocución se realiza de diferentes formas. Algunas de ellas, las más importantes del peregrinaje a Wirikuta, donde se recolecta el hikuri o peyote son el acto de presentar al peregrino con la familia hikuri, la segunda que se realiza al finalizar el peregrinaje en el momento de consagrar la medicina. La presentación implica la apertura de un canal comunicativo sagrado en el que, el peregrino puede sensibilizarse al verbo divino. Dicha presentación se realiza en los lugares sagrados que se visitan durante el trayecto a Wirikuta, especialmente en los manantiales sagrados y tiene su culminación al momento de consumir el hikuri por primera vez del peregrinaje en las inmediaciones del desierto. Para
el mara’akame Pablo Taizán de la comunidad de Taimarita 5 , sin esta vinculación ritual no se garantiza un vínculo comunicativo.
El segundo modo de manipular ritualmente el hikuri, es su consagración. Con la que el mara’akame incide ritualmente con los ancestros para potencializar y dosificar los efectos del hikuri con la finalidad, de que el peregrino aprendiz reciba el saber que el mara’akame ve, le es necesario. Para los buscadores espirituales, es la forma de legitimar el uso de la medicina, porque el mara’akame se las entrega ritualmente en sus manos.
El acto de consagrar el hikuri es equivalente a orientar una visión divina, abrir un canal que permita manifestar una visión para que el hikuri exprese un saber necesario al peregrino.
“El venadito todavía nomás lo arrancamos, los cortamos o ya los mamá, los papá, los dios, yo les pido para que vino la familia, a que vino el abuelo fuego, pa que se lo trajo sus jícaras, sus flecha, sus velas, su ofrenda, porque lo viene a dejar, para eso, para ocupar acá, ese los pido, para por lo dios, para que lo suelte y usted aprendan, yo pido para que ustede aprenda lo que necesita, y así no le vaya hacer daño la
medecina (el peyote), porque si no lo hago, puede enfermarse, no va a saber todo lo que habla, no lo va a entender, yo se lo doy la palabra para que lo entienda”.
Según doña Lucía, cuando Pablo hace esta consagración es para regular la energía del hikuri adecuadamente y no causar confusión o pérdida del equilibrio mental. Debido a que la medicina es consagrada, se personaliza y por lo tanto, no es adecuado regalarla pues “le estas dando tu suerte”.
“Él está curando el hikuri, todo el que cortaste te lo cura, para que no te haga daño, para que puedas ver, recibir al dios. A cada quien el venadito (peyote) le da una energía diferente. Si yo o Pablo, por ejemplo, compartimos algún venadito de los que encontramos en el desierto, esa persona se puede volver loca, porque el dios nos da más, necesitamos ver más cosas, porque lo que ustedes aprenden ya lo sabemos, es mucha energía que no aguantarían. Una vez, de mucho corazón le dio cinco venaditos a una persona que fue a pedirle, se la dio con todo corazón, pero no aguantó, ya estaba gritando, ya se revolcaba, ya se caía, Pablo lo tuvo que curar. Desde esa vez, él ya no da medicina de la suya. A mí me han venido a pedir de mi medicina, pero tampoco doy, algunas veces sí he dado, pero yo le quito esa energía, se la quito y luego ya puedo darles el hikuri ya no les pasa nada, porque ya no está cargado”
Vemos que doña Lucía ve al hikuri desde dos ángulos. En primera instancia forma parte del ritual sagrado y es delicado entregarlo a quienes no tienen una preparación adecuada; generalmente mestizos que buscan una experiencia sensacional o como parte de un ritual que está lejos de los sacrificios rituales por los que es conseguido. Por ello también considera al hikuri como sustancia que desempodera de su “fuerza espiritual”, lo desacraliza y entrega a los buscadores espirituales o neoindigenistas que asumen roles de nuevos chamanes. Su finalidad es preservar la energía divina que los dioses otorgan alhikuri y así evitar efectos que pueden ocasionar malestar o problemas serios de salud.
– ¿No es lo mismo un venadito que recogió un primerizo, que alguien que ya sabe, como sucede con un mara’akame?
− Por eso, Pablo tiene que presentarte tu venadito, él ya sabe lo que te está dando, el hikuri, y te lo entrega así con esa palabra del kaka+yari para que te hable. Si Pablo no te lo consagra, nomás verías cosas, te puede hacer daño, te puedes confundir, perder, volver loco. Pablo ya sabe lo que necesitas, sabe lo que le estas pidiendo al dios y el trata de ayudarte; por eso, le pido a los dioses para que esa medicina te ayude, aprendas lo que necesitas.
Uno de los requisitos fundamentales para entender a los dioses, es lo que Andrés Taizán, hijo de Pablo y Lucia, habla del costumbre, se refiere a la forma de acercarse a lo divino o lo sagrado, a una metodología espiritual. Andrés declara que el costumbre wixaritari tiene los mismos fines que otras religiones. Para él, el diálogo con los dioses se logra mediante el consumo de hikuri, que debe realizarse en una actitud de reflexión profunda, con la cual las visiones, los pensamientos y sentimientos del momento son armados en una trama lógica que, mediante un pensamiento profundamente reflexivo, permite al aprendiz dar con el mensaje de los dioses.
“Mira, cuando comes hikuri (peyote) te tienes que concentrar, dejar de pensar y entregarte y orar para que te escuchen (los dioses). Va a llegar el momento de que vas a sentir algo, eso te va a decir; vas a querer hacer algo eso también te dice otra cosa. Así mismo vas ver cosas y puedes escuchar cosas, todo eso lo tienes que armar como un rompecabezas. En ese rato (durante la ceremonia de hikuri) ahora entiendo porque el jefe (mara’akame Pablo Taizán) se concentra tanto, porque realmente estas con el fuego, estás viendo el fuego, estas recibiendo mensajes y estas tratando de discernir esos mensajes, estas tratando de entender esos mensajes, y a la vez estas contestando esos mensajes, y a parte dialogando con el abuelo fuego, por eso necesitas mucha concentración, y cuando realmente entiendes y tienes la respuesta, ya se va, se retiran (los dioses) pero por mientras no entiendes, ahí están, ahí está, ahí está, porque realmente no sabes todavía, qué es ese mensaje, porque todavía no lo entiendes, no comprendes bien, ahí va estar, va estar, hasta que ya lo entiendes”.
La concentración reflexiva profunda, implica que los pensamientos y sentimientos del momento se vuelven compatibles, son armados en una trama que, mediante un pensamiento profundamente reflexivo, permite al aprendiz dar con el mensaje de los dioses. Con la práctica de este tipo de reflexión que el aprendiz ejercita durante el ritual, especialmente cuando se consume el hikuri en el desierto de Wirikuta, se logra obtener conciencia del tipo de participación en el costumbre. Es así como las prácticas rituales que el aprendiz realiza inconsciente o mecánicamente en un primer periodo, comienzan ahora a tener sentido dentro del contexto significativo de dichas prácticas, porque, además del motivo de la práctica enunciado por los mayores, ahora el aprendiz encuentra las certezas vividas durante la concentración.
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Es importante tener disciplina y ser capaz de guardar quietud y silencio en las velaciones rituales. Son el momento, después de hacer mucho sacrificio, ayunos y mandas, así que son cruciales. Hay que estar atento a cualquier sonido, sensación o visión. Pablo Taizán dice que: “Cuando velas y te aparece una serpiente (en el estado de hikuri) no le tengas miedo, se va acercar te va enrollar se va a meter en ti no la espantes, tu tranquilo, en la velación no te distraigas porque se va el dios y luego ya no lo vez.”
En todas las velaciones hikuri es fundamental guardar silencio y estar en estado alerta pero receptivo. Son cualidades que la mayoría de los mestizos debemos cultivar, pues normalmente no hay esa disciplina. Regularmente se siente la necesidad de expresarse, moverse, bailar, cantar, hablar, pero no escuchar ni recibir al dios.
Para Andrés Taizán, una evidencia de que se logró entender el mensaje de los dioses, es lograr darle claridad, coherencia e ilación a la vida mediante la experiencia que se encarna en el ritual. La prueba final de que se ha logrado es que, cuando ya se entendió el mensaje, los dioses se retiran, lo que se puede entender como la desaparición de visiones, sensaciones y pensamientos que provienen del estado “empeyotado”.
Esto mismo puede suceder con alguien que no logró entender al dios, cuando los efectos del consumo del hikuri terminan. Sin embargo, la forma de comprobar que se comprendió lo recibido, es con la obtención de certeza y claridad, que se logran mediante el tipo de concentración reflexiva profunda. Si hay distracción, por mínima que sea, es probable que no se tenga la comprensión necesaria, lo que impediría la obtención del conocimiento que se ha estado practicando en las actividades rituales de la comunidad y en los peregrinajes. En última instancia, siempre está presente el juicio del mara’akame, quien casi siempre expresa la situación en que se encuentra cada uno de los aprendices a quienes regularmente les da instrucciones para seguir su estudio en el costumbre. La participación del mara’akame como garante del desarrollo de cada aprendiz es fundamental.
Hemos hablado de la importancia que tiene el mara’akame como eje vinculador entre los buscadores espirituales y las divinidades wixaritari; él presenta al mestizo con la familia hikuri y le dosifica la medicina para que profundice en ese conocimiento iniciático con seguridad. Mediante la concentración reflexiva profunda un buscador espiritual tiene la oportunidad de construir comunicación con las divinidades, aunque siempre el mara’akame funge como orientador principal. Con estos discursos que los wixaritari comparten, vemos su enorme apertura; sin por ello poner en riesgo lo más sagrado que resguardan del peyote. En última instancia, si perciben un riesgo, los ancianos wixaritari tienen mecanismos rituales para retirar la energía espiritual que cuidan del hikuri.
Portada de Fernanda Cervantes