Lynne Nardizzi
Lynne Nardizzi es magister en Trabajo Social, psicoterapeuta y escritora. Tras superar una enfermedad autoinmune “incurable” con ayuda de la medicina vegetal chamánica, se dedica a atender a clientes que experimentan problemas de salud, crisis espirituales y experiencias de trascendencia facilitadas con psicodélicos.
Hace ocho años, me diagnosticaron una enfermedad autoinmune incurable. Hace dos años, viajé a la selva amazónica de Perú en busca de una sanación chamánica como último recurso. Después de dos meses de dieta y ceremonias chamánicas, estoy curada. La medicina occidental afirma que la artritis reumatoide (AR) es incurable, pero ahora mis análisis de sangre son normales. No tengo síntomas, no siento dolor y hace más de dos años que dejé de tomar todos los medicamentos.
Diagnóstico y enfermedad
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune que provoca la inflamación de los tejidos y las articulaciones, con el consiguiente dolor y fatiga. Es una enfermedad que empeora con el paso del tiempo y acaba provocando erosión ósea y deformidad en las articulaciones. Cuando me diagnosticaron en 2011, después de varios años padeciendo síntomas misteriosos, mi médico me dijo que, si no comenzaba a tomar medicamentos de inmediato, podría terminar en una silla de ruedas pronto.
Antes de Perú, mi vida se había desmoronado dos veces. Primero cuando me diagnosticaron; y luego, un par de años más tarde, cuando mi esposo me dejó. Ya no era la mujer enérgica y aventurera que él había conocido. Y tenía toda la razón. Estaba muerta por dentro. Me dolía todo el cuerpo y estaba paralizada por el miedo: miedo a que mi cuerpo se deteriorara, miedo al futuro, miedo a lo que se había transformado mi vida.
Parecía que, de la noche a la mañana, había pasado de una vida activa de escalada y senderismo a apenas poder subir escaleras. En realidad, esta enfermedad se había estado desarrollando lentamente durante años hasta que experimenté un brote debilitante que me llevó al diagnóstico y al inicio de la medicación. No podía sostener un bolígrafo. Hacer las compras y realizar tareas sencillas me dejaba agotada por el resto del día. Tenía todos los dedos de las manos y los pies “en gatillo” (trigger finger), una condición en la que el dedo queda trabado en una posición doblada y luego se endereza con un chasquido.
Comencé a tomar medicamentos para poder levantarme de la cama cada mañana e ir a trabajar. El primero fue la prednisona, que inicialmente me dio un impulso de energía muy necesario. Además, la enfermedad agotó el calcio de mis huesos, lo que dio lugar a otro diagnóstico, esta vez de osteoporosis, por lo que requería un medicamento que tenía que administrarme por vía intravenosa. Empecé a suministrarme una inyección semanal en el estómago para aliviar el dolor y la inflamación causados por la AR. Con el paso del tiempo, necesité medicamentos para el hipotiroidismo, el vértigo y las migrañas. Odiaba estar enferma.
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Tocando fondo
Cuando mi esposo me abandonó, toqué fondo. Fue el impulso definitivo para el cambio. Sabía que las cosas debían cambiar y que podían hacerlo. Había estado investigando sobre chamanismo y las plantas medicinales del Amazonas, y tenía fe y esperanza de que fueran la respuesta que buscaba. Entonces cerré mi negocio de psicoterapia, envié algunas cajas con mis pertenencias a la casa de mis padres para guardarlas en su sótano, dejé mi hogar y todo lo que había en él en manos de mi ahora exesposo, y me fui a Perú con una mochila llena de ropa.
Sanar con las plantas
Cuando llegué a la selva, inmediatamente dejé todas mis medicinas y empecé una “dieta” chamánica. La dieta consiste en beber un té hecho con plantas o árboles de la selva, comer alimentos sencillos sin sal ni azúcar, y vivir aislada, inmersa en la naturaleza. Leer o escuchar música distrae demasiado, pero escribir un diario está bien. Pasé mucho tiempo en el río, escuchando la lluvia o simplemente observando los árboles. Los pensamientos se calman, el tiempo se ralentiza y surgen otras cosas. Así es como ocurre la curación.
El proceso de cambio implicaba algo de fe ciega y exponerme cuando era necesario. Significaba confiar en mí y conectarme con algo mucho más grande que yo. No hay nada especial en mí; la verdadera curación puede sucederle a cualquiera.
Cómo me curé y lo que sucedió es complicado e indescriptible. Es difícil hablar al respecto porque las cosas cambian constantemente y siguen desarrollándose. ¿Por dónde empiezo y dónde termino? Desde que hice las dietas, he estado viviendo intermitentemente en la selva. No soy maestra ni curandera. Sólo tengo una historia para compartir. Hay muchas cosas que no entiendo, y cuanto más intento comprender, más lejos estoy de lograrlo. Todo se vuelve aún más misterioso e inexplicable.
En la selva, tuve el tiempo y el espacio para trabajar en mis asuntos por mí misma, inmersa en la naturaleza y a menudo en soledad. Siempre recibí una sonrisa, una broma o palabras sabias cuando las necesitaba. No podría haber hecho nada de esto sin el amor y el apoyo de las personas que me ayudaron. Me enseñaron que hay temas de los que simplemente no se habla, a respetar las plantas y la selva, y a valorar el poder del silencio y la sacralidad. Cuando trabajamos con las plantas en una dieta chamánica, hacemos un viaje hacia el interior para encontrar nuestro verdadero yo. Es una limpieza de emociones, recuerdos, apegos y experiencias. Se trata de desmantelar el ego, nuestras creencias e ideas sobre quiénes somos. Es una meditación. Todavía estoy intentando comprender todas estas lecciones, pues las capas son muy profundas. Me recuerdo una y otra vez que no sé nada.
El viaje hacia el interior no tiene fin. Puede que me haya curado y que haya tenido algún tipo de avance espiritual, pero el proceso de desmantelar el ego lleva tiempo: toda una vida. ¡Quizás muchas vidas! Ahora hay tantas palabras de moda: despertar, actualizar, activar. ¿Qué significan estas palabras? Cada uno tiene una definición diferente, pero en cuanto definimos nuestra experiencia, quedamos atrapados en una sola forma de pensar, encerrados en otro sistema de creencias. Al final, creo que no son las definiciones que tenemos, sino cómo elegimos vivir.
Sanar también implicó aprender a ser paciente, algo con lo que sigo luchando. Como extranjera en Perú, tengo una forma de pensar diferente. Vengo de una cultura que valora ser multitarea, mirar el reloj y tener sentido de urgencia. Durante la dieta, mi cerebro se sentía más ligero y espacioso de lo que había estado en años. Me había liberado de las preocupaciones constantes de llevar un negocio. En la selva, a menudo estamos sin internet, e incluso sin electricidad. No tengo televisión. La vida es sencilla y transcurre lentamente, más en sintonía con la naturaleza. Se siente más satisfactoria.
Esperanza y fe
Cuando estaba enferma en San Francisco, constantemente buscaba formas de sentirme mejor, de apaciguar el dolor y la fatiga perennes. Me resultó abrumador conocer a tantas personas que se autodenominan maestros, expertos y sanadores. Parece que la gente tiene prisa en adoptar esas etiquetas. Podía buscar información en línea sobre tratamientos alternativos o dietas y frecuentemente el día siguiente podía encontrar información que la contradecía. Conozco esa frustración. Es bueno ser escéptico, pero no hay que rendirse.
A lo largo del camino, ha habido altibajos, retos y triunfos, y una lucha continua por mantener el equilibrio entre los dos extremos. Muchas personas me han inspirado, he encontrado guías increíbles y he hecho nuevos amigos. He tenido días oscuros y he experimentado pérdidas. Más de una vez he pensado en rendirme, pero al final he seguido adelante. Ahora veo que todo eso ha sido parte de mi viaje y de mi curación. No se puede tener un extremo sin el otro. Cada reto ha servido para algo y, en el fondo, me ha ayudado a sanar.
Una nueva vida
Ahora estoy libre de visitas al médico, análisis de sangre y medicamentos que antes formaban parte de mi vida cotidiana. Cuando salgo a hacer senderismo, o simplemente cuando subo las escaleras, recuerdo cómo era antes. La vida ofrece tantas lecciones y oportunidades. Sigo siendo amiga de mi exesposo. En aquel momento no podía verlo, pero que me dejara fue su mayor regalo. Me abrió las puertas a una nueva vida, una vida sin enfermedad.
Estoy agradecida por todo lo que pasó y con todas las personas involucradas: con mi familia y amigos por su apoyo incondicional y, por supuesto, con el curandero que me ha guiado y apoyado. Nada de esto sería posible sin él y los increíbles poderes de las plantas medicinales. Mi experiencia y otras historias de curación similares iluminan la importancia crítica de conservar la Amazonía, amenazada por la tala y minería ilegales. Los pueblos indígenas de la Amazonía poseen el conocimiento de las plantas. Este conocimiento y sus tradiciones se perderán si no los respetamos y protegemos. Mi curación no es sólo para mí, es para todos. Nos demuestra que todo es posible.
Traducción de Jenny Nava Díaz
Portada e ilustración interior de Fernanda Cervantes
Texto publicado originalmente en inglés en Chacruna Institute