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El Dr. Blas Reko: un caso particular en la investigación sociocultural y etnobotánica sobre drogas en el mundo prehispánico e indígena durante los años 30 y 40 del siglo XX en México [1] 

Lejos de ser un tema tabú o secreto, el consumo de drogas y de sustancias alucinógenas fue objeto de estudios y análisis de diversos especialistas, literatos y artistas durante los años treinta y cuarenta del siglo XX. Si bien el interés sobre dicho tema en los ámbitos culturales y las tradiciones del mundo prehispánico e indígena mexicano ya se había manifestado desde finales del siglo XIX, una particular atracción por el mismo se suscitó desde fines de los años veinte y continuó hasta bien avanzados los años cuarenta, hasta alcanzar una especie de “moda internacional”, a raíz de los famosos estudios sobre los hongos alucinógenos de la Sierra Mazateca publicados por los micólogos Gordon Wasson, Valentina Pavlovna Wasson y Roger Heim entre 1957 y 1958.[2] Sin embargo, antes de aquellos arrebatos académicos y de su supuesta novedad, mismos que pondrían en boga los estudios de los llamados “enteógenos”[3] entre antropólogos, etnobotánicos, farmacólogos y etnohistoriadores de los años sesenta y setenta, varios estudiosos de los años treinta tuvieron a bien identificar con bastante precisión algunas de las características de estas plantas y su consumo tradicional.

Con el cierre del Instituto Médico Nacional en 1919, la investigación mexicana sobre la flora medicinal y su terapéutica tradicional entró en una especie de impasse, y fueron sobre todo investigadores extranjeros quienes se abocaron al estudio de plantas, hongos y semillas en México, tanto desde una perspectiva botánica y química, como de sus usos sociales y culturales. El farmacólogo alemán Louis Lewin, quien publicara en 1886 un primer análisis químico del peyote, en 1924 poco antes de su muerte propuso una clasificación inicial de las drogas psicotrópicas basada en sus consecuencias psíquicas. Para este sabio de la Universidad de Berlín había cinco grandes grupos de drogas: las euphórica que eran principalmente los opiáceos, las excitantia como el café o el tabaco, las inhebriantia representadas por el etanol, el éter y el alcohol, las hipnótica que eran todas aquellas que producían estupor y sueño, y las phantástica que era el conjunto compuesto por aquellas sustancias que producían alucinaciones.[4] De pronto la pertenencia de algunas drogas a sus respectivos grupos no era del todo ortodoxa. Por ejemplo, la marihuana que, aún cuando no produce alucinaciones, estaba incluida en la categoría de las phantástica; y la cocaína que es un estimulante y un anestésico, en vez de encontrarse en el grupo de las excitantia se contaba entre las del grupo euphórica.[5]

De cualquier manera este afán clasificatorio demostraba que los conocimientos de las drogas y sus efectos en el cerebro humano habían alcanzado cierta madurez y se encaminaban a seguir acumulando información, independientemente de los empeños prohibicionistas que, como ya se ha visto, subieron de intensidad durante los años treinta. Tan fue así que el ya mencionado médico mexicano, el Dr. Gustavo Argil, en su trabajo sobre “…la utilización indebida de las drogas enervantes…” publicado justo en el año de 1930 y presentado en el VII Congreso Médico Latinoamericano celebrado en Buenos Aires, Argentina, no sólo utilizaba el sistema de catalogación de Lewin, sino que demostraba, muy a pesar de su convicción intolerante, que el mundo de los galenos seguía ávido de resultados de investigación en torno de las drogas.[6]

Después de los estudios y las descripciones que se hicieron por químicos, botánicos y médicos mexicanos en el Instituto Médico Nacional a finales del siglo XIX y principios del XX, varios estudiosos norteamericanos siguieron sus pesquisas en torno de algunas plantas utilizadas como narcóticos o alucinógenos en las culturas indígenas del continente, y especialmente en México. El botánico William Edward Safford, publicó en 1916 un estudio sobre dicho tema en el que claramente confundía el peyote con los hongos alucinógenos y afirmaba erróneamente que estos últimos no se habían conocido en el mundo prehispánico mesoamericano, y que en su actualidad dicho cactus sólo era consumido por algunas tribus indígenas norteñas.[7] Safford demostró en sus escritos que no le otorgaba ningún crédito al conocimiento botánico de los indígenas mesoamericanos, y que tampoco confiaba en las descripciones novohispanas de la flora local y sus usos terapéuticos. Dado su empedernido etnocentrismo mucho menos podía fiarse de los científicos mexicanos contemporáneos suyos y sus contribuciones al estudio de las plantas alucinógenas y narcóticas.[8] En 1929 el abogado y filósofo Huntington Cairns siguió los mismos lineamientos de Safford y en un texto titulado “Un estupefaciente divino” relató sus experiencias y las de otros médicos y sicólogos con el peyote, haciendo a un lado los conocimientos que ya se habían generado en el Instituto Médico Nacional y en Estados Unidos y Europa por los antropólogos viajeros Carl Lumholtz y León Diguet.[9]

Mientras tanto en Oaxaca y en la ciudad de México, Blasius Paul Reko, un médico y farmacólogo austriaco que había nacido en Viena en 1877 y que trabajaba para una compañía minera en territorio oaxaqueño se interesó puntualmente por la etnobotánica local; tanto por aquella que acusaba un origen prehispánico como por la de las comunidades indígenas que él mismo pudo visitar a partir de su arribo a este país en 1917. Sus primeros trabajos se publicaron en una revista fundada en 1919 por el arqueólogo alemán Hermann Beyer titulada El México Antiguo. En uno de sus números iniciales, el ahora llamado Dr. Blas Pablo Reko dedicó un artículo a los diversos nombres botánicos que los aztecas utilizaron en lengua náhuatl para clasificar y referirse al mundo vegetal.[10] En dicho texto se demostraba que no sólo existía un riquísimo acervo de conocimiento en torno de las plantas y sus usos que se remontaba hasta antes de la conquista española, sino que en múltiples poblaciones indígenas contemporáneas ese conocimiento se mantenía vigente y muy activo. Su interés por ese mundo de plantas, terapéuticas y reminiscencias antiguas quedó plasmado en diversos artículos que durante los años veinte siguió publicando en el periódico de la colonia alemana en México: Deutsche Zeitung von Mexiko. En junio de 1925, por ejemplo, apareció su crónica sobre el toloache entre los indios mayo, y en 1926 mencionó por primera vez el descubrimiento del ololuc entre algunos chamanes oaxaqueños.[11] Durante su estancia en Oaxaca, Blas Pablo Reko se vinculó con otro sabio de origen italiano quien también se había establecido en dicha ciudad, Cassiano Conzatti. Probablemente fue él quien introdujo al vienés en el conocimiento del ololiuhqui, pues como naturalista y botánico Conzatti ya había publicado, a principios de los años veinte, algunas referencias sobre dicha planta.[12] Sin embargo el tema de las drogas no pareció interesarle demasiado al italiano, quien, sin embargo, siguió apoyando las pesquisas de su colega austriaco.

En 1928 la Sociedad Científica “Antonio Alzate” le publicó al Dr. Blas Pablo Reko otro artículo en sus Memorias, ahora mucho más específico sobre las sustancias alucinógenas y estimulantes contenidas en la flora endémica de México. Este texto se tituló “Alcaloides y glucósidos en plantas mexicanas” y fue una clara muestra de su erudición no sólo como etnobotánico sino en general como médico y etnógrafo.[13]

Pero tal vez su trabajo más reconocido, antes de publicar su clásico libro Micobotánica zapoteca en 1945, fue “La droga mexicana: Ololiuqui” que apareció en 1934, en la mencionada revista de El México Antiguo.[14] Publicado originalmente en idioma alemán, este artículo demostró nuevamente que el uso de ciertos alucinógenos no sólo era una costumbre prehispánica especialmente frecuente entre chamanes y curanderos tal como aparecía reportada entre los primeros cronistas españoles y en no pocos códices, sino que esta tradición continuaba vigente en diversas comunidades indígenas a lo largo y ancho del territorio mexicano. Si bien el ololiuhqui junto con el peyote ya habían sido investigados y sus resultados publicados por el Dr. Fernando Altamirano en 1900 y por el Dr. Manuel Urbina en 1903,[15] el valor del trabajo de Blas Pablo Reko consistía en la propuesta de que más que un narcótico, el brebaje preparado con la semilla del ololiuhqui, también conocido como “piule” o “la señorita”, lograba efectos “hipnóticos y sonambulísticos…”. Insistía este erudito etnobotánico germano establecido en México que era necesaria más investigación al respecto, tarea que no tardó en emprender con un joven colega norteamericano llamado Richard Evans Schultes, quien se convertiría en una de las máximas autoridades etnobotánicas de su época. Pero eso corresponde a otra parte de la historia de las drogas en México.

Un asunto curioso relativo al Dr. Blas Pablo Reko, es que tuvo un primo llamado Viktor Aloysius Reko, igualmente nacido en Viena pero en 1880, quien también se interesó por el tema de las drogas en tierras americanas y contribuyó sobre todo a su difusión durante los años veinte, treinta y cuarenta del siglo XX. En 1921 Viktor A. Reko se estableció en México y no tardó en publicar sus primeros artículos sobre drogas en el ya mencionado periódico Deutsche Zeitung von Mexiko. De 1924 a 1939 publicó más de veinticinco artículos sobre el consumo, el cultivo, la composición química y, sobre todo, los aspectos históricos y culturales de diversas plantas que él mismo identificó como venenos o drogas. La mayor parte de sus artículos se referían a México, aunque también se ocupó de algunos consumos en Texas como el frijolillo y en Sudamérica como la ayahuasca.[16] Viktor Aloysius Reko fue sobre todo un divulgador del conocimiento sobre estas plantas para el público germano- parlante, ya que sus artículos fueron publicados y escritos principalmente para revistas alemanas o austriacas. En México no sólo publico en la Deutsche Zeitung sino que también lo hizo en la revista La Farmacia, en la Revista de Información Terapéutica del Departamento de Salubridad Pública y en la Revista Médica de Yucatán. Sus escritos versaron sobre el peyote, el ololuiuhqui, la marihuana, el yagé, el toloache, el camotillo, el siniquiche, el floripondio y las hierbas-locas.[17] También escribió sobre las políticas prohibicionistas de finales de los años veinte y en 1936 publicó en Stuttgart, Alemania, su libro Magische Gifte, Rausch und Betäubungsmittel der Neuen Welt (Venenos mágicos, embriaguez y estupefacientes del Nuevo Mundo). [18] Este último le dio cierta notoriedad en el medio de la divulgación científica y periodística alemanas, pues alcanzó varias ediciones: una segunda en 1938 y una tercera en 1949.

Sin embargo, justo es decir que mucho de lo que Viktor Aloysius Reko escribió, lo obtuvo de fuentes de segunda mano, de algunos periódicos y sobre todo de la información que su primo Blas Pablo le proporcionaba. A diferencia de este último, cuyo afán científico positivista lo llevaba a una puntual precisión y sólo a veces a alguna suposición por lo general bien fundada, Viktor Aloysius solía oscilar entre cierto esoterismo y una intolerancia cargada de prejuicios. Aún así sus entregas alcanzaron a una buena cantidad de especialistas y público en general, ya que en diversas ocasiones tradujo al inglés y al castellano sus propios textos para presentarlos en espacios norteamericanos y de Centro América. Al parecer, Viktor Aloysius ingresó a la Academia Mexicana de Ciencias durante aquella década de los años treinta y muy probablemente salió del país poco antes de desatarse la Segunda Guerra Mundial, ya que después de 1939 se pierde su rastro en México.

 

[1] .- Estos párrafos corresponden un fragmento del capítulo XVIII titulado “Estudiosos, científicos, esotéricos, literatos y artistas. Conocimiento y creación en torno de las drogas durante los años treinta y primeros años cuarenta” de mi libro Tolerancia y prohibición: Aproximaciones a la historia social y cultural de las drogas en México, 1840-1940. Este libro aparecerá a principios de 2016 y será editado por Penguin Random House Mondadori.

[2] .- Gordon Wasson, “En busca de los hongos mágicos” en Life en español, México, 3 de junio 1957 (aparecido originalmente en la misma revista Life, New York, 13 de mayo de 1957);Valentina Pavlovna Wasson y R. Gordon Wasson, “The hallucinogenic mushrooms” en The Garden Journal, The New York Botanical Garden, New York, january-february 1958, y Roger Heim y R. Gordon Wasson, Les champignons hallucinogènes du Mexique, Museum National d’Histoire Naturelle, Tomo IV, Serie 7, Paris, 1958

[3] .- Significa “tener un dios adentro” o bien “inspirado por un dios”. La palabra enteógeno es un neologismo utilizado a partir de los trabajos del etnomicólogo Gordon Wasson y el botánico Jonathan Ott a partir de los años 70 del siglo XX, con el fin de diferenciar las drogas sicodélicas o alucinógenas utilizadas con fines recreacionales de aquellas utilizadas con fines rituales o chamánicos. Vid Gordon Wasson, et al, El camino a Eleusis. Una solución al enigma de los misterios, México, FCE, l980.

[4] .- José Luis Díaz, Psicobiología y conducta. Rutas de una indagación. Fondo de Cultura Económica, México, 1989, p.113

[5] .- Louis Lewin, Phantástica. Die betaubende und erregende Genussmittel, Stilke Verlag, Berlin, 1924

[6] .- Gustavo Argil, “Medidas que deben adoptarse contra el comercio y la utilización indebida de las drogas enervantes en Revista Médica Latino-americana Año XV, No.80, Buenos Aires, Septiembre de 1930

[7] .- W.E. Safford, “Narcotic Plants and Stimulants of the Ancient Americans” en Annual Report of the Smithsonian Institution, Washington, D.C. 1916

[8] .- Peter T. Furst, Alucinógenos y cultura, Fondo de Cultura Económica, México, 1980, pp.120-121

[9] .- Huntington Cairns, “A divine intoxicant” en Atlantic Monthly Num 5 Vol 144, November 1929 pp.638-644

[10] .- B.P. Reko, “De los nombres botánicos aztecas” en El México Antiguo, Vol 1, Num. 5 febrero de 1919 pp.113-157

[11] .- B.P. Reko “Toluachi, oder das Gift der Mayo Indianer en Deutsche Zeitung von Mexiko 16 de junio de 1925 y B.P. Reko “Ololuiqui, die grüne Schlange” en Deutsche Zeitung von Mexiko 12 de agosto de 1926

[12] .- Cassiano Conzatti “El ololoiqui de los antiguos mexicanos continúa siendo un enigma para la ciencia” en Crónica Medica Mexicana Num. 19, México, 1920 y “Las plantas heróicas mexicanas: el peyote, el ololiuhqui y el toloache” La Farmacia 4, 1926

[13] .- B.P. Reko “Alcaloides y glucósidos en plantas mexicanas” en Memorias y Revista de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, Tomo 49, 1928, p.379-419

[14] .- B.P. Reko, “Das mexikanische Rauschgift Ololuiqui” en El México Antiguo, Tomo III, Num 3/4, México, 1934

[15] .- Manuel Urbina, “El peyote y el ololuiqui” en Anales del Museo Nacional de México Num.7, México, 1903 y Fernando Altamirano “Estudio de las semillas del ololiuqui” en Anales del Instituto Medico Nacional . Num 4, 1900

[16].- Viktor Aloysius Reko, “Der frijolillo von Texas (Sophophora secundiflora)” en Pharmazeutische Monatshefte 18-3, Wien, Österreich, marzo 1937 y “Ayahuasca, der Trank der grauenhaften Traume” Heil und Gewürzpflanzen, Vol 15, Berlin, 1932

[17].- Las referencias de Viktor Aloysius Reko encontradas en México y en Alemania pueden consultarse en la bibliografía que se encuentra al final de este libro. Seguramente no son todas, pero dan una idea de la gran variedad de temas relacionados con las drogas que interesaron a dicho autor y de los espacios periodísticos en donde las publicó.

[18].- Viktor Aloysius Reko, Magische Gifte. Rausch und Betäubungsmittel der Neuen Welt, Ferdinand Enke Verlag, Stuttgart, Deutschland, 1936

Este texto forma parte del próximo libro de Ricardo Pérez Montfort, editado por Random House.

 

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