Marco Antonio Arce Cerdas es Licenciado en Antropología con énfasis en Arqueología por la Universidad de Costa Rica. Su investigación versa sobre la producción, función y uso de la cerámica, así como en la arquitectura precolombina y la transformación del paisaje del Caribe Costarricense. Fungió como consultor ambiental en el Instituto Costarricense de Electricidad y participó como investigador en la restauración del Monumento Nacional Guayabo y en otros proyectos independientes. Actualmente, se desempeña como Encargado de las Colecciones de los Museos del Banco Central de Costa Rica.
José Manuel Rodríguez Arce es un bioantropólogo con amplia formación en el campo de la neuropsicofarmacología. Sus investigaciones se han enfocado en el consumo de drogas psicoactivas (especialmente psicodélicos) desde una perspectiva transcultural y evolutiva. Participó en investigación preclínica de los efectos terapéuticos de los hongos psilocibios (Psilocybe cubensis) en el tratamiento de las enfermedades derivadas del estrés, en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Costa Rica (UCR). Actualmente, es investigador independiente y colaborador de la Asociación Costarricense para el Estudio e Intervención en Drogas (ACEID), donde ha participado en proyectos dirigidos a promover estrategias de reducción de daños entre personas que usan drogas.
Las sustancias psicoactivas actúan en el sistema nervioso central modificando el funcionamiento cerebral, lo que resulta en cambios temporales en la percepción, el humor, la cognición y el comportamiento (Carlini, 2003). Cientos de especies de plantas y hongos que sintetizan este tipo de compuestos han desempeñado un rol importante en la medicina, la vida ritual y la recreación de diversas poblaciones humanas en todo el mundo, desde tiempos antiguos, por lo que han sido a menudo consideradas sagradas (Rӓtsch, 2005; Pennacchio, Jefferson y Havens, 2010; Rodríguez y Quirce, 2012; Guerra-Doce 2015).
Existe bastante información en la literatura etnográfica sobre el contexto histórico y cultural de la utilización de estos embriagantes sagrados (e.g. hongos, cactus, hierbas y enredaderas, además de preparados de las mismas tales como rapés y brebajes) en las sociedades indígenas de Mesoamérica y Suramérica (Harner, 1973; Schultes y Hofmann, 1982; Dobkin de Rios, 1984; Furst, 1990; Benítez, 2006). No obstante, para el sur de América Central, y específicamente para Costa Rica existe escasa evidencia documental de la utilización de plantas y hongos psicoactivos; es principalmente mediante el registro arqueológico que, de manera indirecta, se ha inferido la existencia de dicho comportamiento en el pasado (Jones, 1991).
En este documento, se discuten los avances de una investigación sobre la presencia, y el impacto cognitivo y cultural del consumo de sustancias psicoactivas en las sociedades que habitaron el actual territorio costarricense durante la época precolombina. Los principales objetivos han sido: primero, documentar sistemáticamente el uso de embriagantes mediante distintas líneas de evidencia (cultura material, referencias etnográficas, datos etnohistóricos, análisis paleobotánicos y bioquímicos), y segundo, contrastar varias hipótesis sobre la función y la localización social de dicha actividad.
Materiales y métodos
El uso de plantas sagradas y las sustancias psicoactivas que en ellas se encuentran forman parte de la respuesta a necesidades sociales específicas. Los objetos arqueológicos vinculados con el consumo de estas plantas son la expresión material de esta respuesta. Los pasos trazados en esta investigación buscan reconocer la relación existente entre la práctica social del consumo de plantas sagradas y la evidencia material vinculada con la misma.
El primer paso consistió en una revisión bibliográfica de fuentes primarias y secundarias, con lo cual se buscó integrar la información etnohistórica, etnográfica, arqueológica, paleobotánica y bioquímica presente en diversos documentos.
La información registrada en las fuentes arqueológicas permitió identificar la presencia de algunos objetos que se pueden vincular al consumo de plantas sagradas; tal es el caso de unas pipas e inhaladores extraídos de contextos funerarios en los sitios La Montaña (L-7LM) y Canadá (C-123Cn), ambos procedentes de la región arqueológica Central Caribe, y el de una efigie cerámica fungiforme (i.e. con forma de hongo) presente en el sitio el Hacha (Stone, 1966), en la región arqueológica Gran Nicoya.
Un segundo paso radicó en la identificación y selección de los materiales; además de los artefactos mencionados en el párrafo anterior, se recurrió a efectuar una búsqueda exhaustiva en las colecciones de los Museos del Banco Central de Costa Rica y del Museo Nacional de Costa Rica, con el objetivo de identificar objetos con una posible vinculación al consumo de plantas y hongos psicoactivos.
En total se seleccionaron 46 artefactos los cuales fueron analizados y categorizados tomando en cuenta la naturaleza de su materialidad (materia prima), morfología, dimensiones, procedencia y cronología relativa. La evidencia procedente del análisis de dichos artefactos arqueológicos y su contrastación con la información obtenida de las fuentes documentales permitió generar un primer acercamiento sistemático al consumo de plantas y hongos psicoactivos entre las culturas prehispánicas que poblaron el actual territorio costarricense.
Costa Rica: una breve mirada ecológica y arqueológica
El istmo centroamericano cuenta con una gran riqueza biológica y cultural. Es, además, un área de transición e interacción en términos geológicos, climáticos, ecológicos y culturales. Su topografía proporciona cómodas vías de comunicación entre ambos litorales: Caribe y Pacífico. Dicha situación propició el intercambio de personas, materiales e ideas.
Está de más decir que las actuales divisiones geopolíticas que conocemos como Nicaragua, Costa Rica y Panamá no se corresponden con las unidades culturales precolombinas del sur de América Central. Este estrecho territorio ha albergado desde hace más de 12.000 años a una notable heterogeneidad cultural. También ha sido el escenario de diversas trayectorias de cambio social que desembocaron, en algunos casos, en la conformación política, económica e ideológica de sociedades complejas transigualitarias conocidas como cacicazgos o jefaturas (Murillo y Martín, 2017).
Regiones arqueológicas de Costa Rica
En Costa Rica se han establecido 3 regiones arqueológicas con base en criterios geográficos (cadenas montañosas, ríos, valles, etc.) y culturales (asentamientos, enterramientos, cerámica y otros). Dentro de cada región se da una semejanza formal en los vestigios materiales correspondientes a distintos períodos de ocupación. En el Cuadro 1 se resumen algunas características generales de cada una de las 3 regiones arqueológicas en lo que respecta a su ubicación, aspectos ecológicos y arqueológicos, y la presencia de evidencia del consumo de plantas y hongos psicoactivos. En la Figura 1 se muestran las 3 regiones arqueológicas en un mapa de Costa Rica, y se ilustran de forma general algunos de los rasgos de cultura material que las definen.
Cuadro 1. Información general de las 3 regiones arqueológicas de Costa Rica.
Gran Nicoya | Central Caribe | Diquís | |
Ubicación | Se extiende sobre parte de Costa Rica y Nicaragua. En Costa Rica, comprende la actual provincia de Guanacaste y el sector norte de la provincia de Puntarenas. | Ocupa la porción central del país, extendiéndose desde la costa Pacífica hasta la costa Caribe. Se distinguen 3 subregiones: Central-Pacífico, Caribe y Norte. | Se extiende sobre parte de Costa Rica y Panamá. El sector costarricense comprende el suroeste del país, así como las estribaciones atlánticas de la cordillera de Talamanca. |
Principales características ecológicas | Áreas muy llanas y zona costera irregular, con golfos importantes. Clima tropical con dos épocas: seca y lluviosa. Precipitaciones anuales bajas. Bosques semiáridos y sabana boscosa tropical. | Topografía muy diversa, con zonas montañosas importantes. Clima tropical lluvioso. Precipitaciones anuales altas. Bosques muy húmedos tropicales y bosques pluviales. | Topografía muy diversa, con zonas montañosas importantes y costa irregular. Clima tropical lluvioso. Precipitaciones anuales medias. Bosques muy húmedos premontanos. |
Principales características arqueológicas | Cerámica policroma; artefactos de jade y obsidiana; influencia iconográfica de sociedades mesoamericanas. Migración mesoamericana a partir del 800 d.C. | Trabajo escultórico elaborado (lítica); arquitectura monumental; ingeniería hidráulica; trabajo en orfebrería; artefactos de jade y oro; cerámica con motivos plásticos. | Esferas de piedra; trabajo metalúrgico elaborado; cerámica policroma; trabajo escultórico elaborado; arquitectura monumental. |
Cultura material asociada al uso de psicoactivos | Pipas e inhaladores de cerámica; efigies de cerámica fungiformes; “metate” o asiento ritual de piedra tallada con representación fungiforme. | Pipas e inhaladores de cerámica; efigies antropomorfas de “fumadores” y “pensadores” de cerámica y lítica. | Recipientes tipo poporo o “calabacita” de cerámica y de oro; colgantes Darién de oro con representaciones fungiformes. |
Figura 1. Las 3 regiones arqueológicas de Costa Rica, de izquierda a derecha: Gran Nicoya, Central Caribe y Diquís.
Fuente: Arce (2012).
Antecedentes: ¿qué sabemos sobre la utilización de psicoactivos en Costa Rica?
Para el territorio costarricense, el consumo de plantas sagradas ha sido documentado en pocas ocasiones. La primera evocación se remonta al año 1529 cuando Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez menciona con respecto al recibimiento del cacique Nambí, la noche del 19 de agosto de 1529, que:
“… é así como comenzaron a beber, truxo del mesmo cacique un manojo de tabacos que son del tamaño de un xeme, é delgados como un dedo, é son de una hoja arrollada é atada con dos ó tres hilos de cabuya delgados; la cual hoja é plata della ellos crían con mucha diligencia para el efetto destos tabacos…. E cada uno de los indios que he dicho tenia destas hojas rebolladas, á la cual ellos llaman yapoquete y en lengua desta isla de hayti o española se dice tabaco…”
Fernández de Oviedo nos proporciona de esta manera la primera referencia explícita del consumo de tabaco (Nicotiana sp.) y de uno de los contextos de su uso. Para este momento histórico se menciona, además, el sistema de cultivo de azada, donde la agricultura intensiva de granos se complementaba con arboricultura, destacando el cultivo de tabaco, cabuya y cacao, entre otros (Ferrero, 1977).
Ambas referencias remiten geográficamente al Pacífico Norte costarricense; para esta área, Doris Stone (1966) menciona la presencia de pequeñas pipas de arcilla con uno o dos tubos, haciendo referencia al posible consumo de cohoba (Anadenanthera sp.) mezclada con tabaco. Stone (1977) menciona además para esta región, en el sitio El Hacha, un cementerio ubicado cerca del río Coyol, el hallazgo de una vasija roja fungiforme que presenta diseños incisos en el cuerpo y una banda modelada boca abajo en la parte superior de la base anular.
Este artefacto se convierte en el primer hallazgo vinculado con el posible consumo de hongos para Costa Rica. Posteriormente, Ursula Jones (1991) propone que algunos artefactos de esta región sugieren el procesamiento y consumo de alucinógenos, haciendo referencia tanto a la efigie de hongo descrita por Stone en el sitio el Hacha, como a un metate trípode que presenta en la parte superior del plato una figura antropomorfa flanqueada por dos elementos circulares perforados que han sido identificados como hongos alucinógenos de la especie Amanita muscaria.
La primera referencia efectuada por un arqueólogo sobre la cultura material vinculada al consumo de plantas sagradas la realiza Samuel Lothrop (1926), quien menciona la existencia de unos pocos objetos, todos sumamente raros, identificados como pipas con doble boquilla (inhaladores). Lothrop asocia estos artefactos con los tubos en forma de “Y” que se empleaban para el fin de insuflar rapé a través de la nariz en las indias occidentales y en la costa norte de Suramérica.
Jorge Lines (1938), en su obra “Sukia: tsúgur o isogro /breves notas etnológicas sobre los indios de Costa Rica con especial referencia al estudio interpretativo de las estatuetas que representan “fumadores”, efectúa un análisis comparativo entre la cultura material y las prácticas sociales de los pueblos indígenas Cabecar y Bribri, donde vincula el consumo del tabaco con las practicas curativas de los sukias y los usékares, quienes utilizan esta planta para entrar en una profunda meditación o estado de hipnosis durante el cual se supone entran en contacto directo con los ancestros y espíritus quienes les brindan la fórmula adecuada para curar a los enfermos.
Lines propone que algunas esculturas antropomorfas registradas en el Caribe de Costa Rica y que representan personajes masculinos arrodillados o sentados aluden a los sukias y usékares. Estas esculturas presentan al personaje arrodillado en una pierna sobre la cual descansa la mano, mientras el otro brazo está levantado a la altura de la cabeza, inclinada y proyectada hacia adelante, las vértebras y órganos sexuales son admirablemente realistas y por lo general se presentan sosteniendo un objeto cerca de la boca o en contacto con ella, el cual se ha interpretado por algunos como un cigarro, por otros como una flauta o un trozo de alimento.
Posteriormente, Lines (1951) escribe en un artículo del periódico La Nación, titulado “Nuestra herencia aurífera”, que el chamán requiere numerosos conocimientos técnicos, de invocación, canticos, pases mágicos y ventriloquia; describiéndolos como los guardianes del imaginario social y de lo sagrado. Para cumplir su papel este debe lograr el éxtasis o trance cuando el alma parte al viaje visionario y los espíritus se posesionan de su cuerpo y hablan a través de él como oráculos, para esto ingresa en un estado de autogestión inducido por una clase de autohipnosis, muchísimas veces con el auxilio de drogas alucinógenas.
Finalmente, es el mismo Lines (1954:62), quien nos brinda la primera descripción de las pipas y boquillas en su libro “Taxonomía de la Arqueología de Costa Rica”, donde define que: “…entendemos por pipa, un utensilio compuesto de: 1) un depósito u hornillo vertical para quemar tabaco, y 2) un tubo para aspirarlo. Hay además en Costa Rica, algunos especímenes con dos tubos para aspiración, por vía nasal, en los que debió usarse el tabaco en polvo o rapé; y rarísimas boquillas cónicas que sirven para sostener un cigarrillo o puro. Todos estos ejemplares son sumamente raros a pesar de que las referencias históricas nos revelan que nuestros aborígenes usaban el tabaco con prodigalidad.”
Cabe destacar que esta referencia es la primera intención de definir morfológicamente estos artefactos y es el primer intento por entender a los mismos desde su forma para interpretar su función. Especial atención toma Doris Stone (1966) a estos objetos y los vincula como característicos de la región Caribe, donde además destaca la costumbre de aspirar rapé por la nariz y de tocar flauta, y las asocia, en clara alusión a lo propuesto por Lines (1938), con las esculturas antropomorfas.
Más adelante, la misma Stone (1977) propone que el uso de los inhaladores fue utilizado en la región Caribe para el consumo de la cohoba y el tabaco, y los vincula temporalmente con el complejo cerámico el Bosque (300 a.C. – 300 d.C.). También menciona el posible consumo de coca y lo relaciona con un conjunto de artefactos donde destacan las “pequeñas cucharas de mezcla” elaboradas de arcilla.
Finalmente, el arqueólogo Ricardo Vázquez (2010) efectúa un esfuerzo interpretativo al inferir el posible estado de conciencia alterada de un personaje tallado en un petrograbado ubicado en la zona norte de Costa Rica. En este trabajo se interpretan algunas señas anatómicas como la representación de los ojos, mejillas, frente y boca, con efectos causados por el consumo de alguna sustancia psicoactiva; así como una serie de líneas intrínsecas que parecen partir de la cabeza hacia atrás a modo de una cefalografía, donde estas representan una visión y conforman motivos de aves, destacando colibríes y zopilotes rey, entre otros. Nuevamente se hace alusión a las pipas e inhaladores como vehículo de ingesta de las plantas sagradas, en especial referencia al tabaco.
En líneas generales, la literatura disponible hace referencia a la ingesta de tabaco por medio de inhaladores, pipas y puros, siendo su contexto de consumo restringido y vinculado sobre todo con actividades de adivinación y sanación, o de ocio de algunos personajes con jerarquía. Asimismo, se sugiere la presencia del consumo de hongos psicoactivos a partir de las representaciones fungiformes tanto en cerámica como en lítica, y no se descarta la posibilidad de que los inhaladores antes mencionados también se usaran para ingerir rapé de cohoba, además del tabaco. Cabe destacar que no se halló mención alguna a restos paleobotánicos que hayan sido analizados morfológicamente o con técnicas bioquímicas, de modo que actualmente hay un faltante de evidencia directa (e.g. en la forma de restos macrobotánicos, polen o gránulos de almidón) del consumo de sustancias psicoactivas en Costa Rica.
Evidencia arqueológica el consumo de embriagantes sagrados
Región Gran Nicoya
Para esta región contamos con diversos artefactos que sugieren, de forma indirecta, el consumo de psicoactivos durante la época prehispánica. Primero, efigies de cerámica cuya morfología remite a hongos basidiomicetos y un metate (o taburete) trípode de piedra que presenta un par de diseños fungiformes hábilmente tallados (Figura 2). Segundo, inhaladores antropomorfos y zoomorfos. Y, por último, pipas antropomorfas y zoomorfas.
Figura 2. Elementos fungiformes representados en cerámica y lítica. Puede que aludan al consumo de especies de hongos con propiedades psicoactivas. Ambos artefactos fueron hallados en la región Gran Nicoya, ubicada en la parte noroeste del actual país de Costa Rica.
De modo que la cultura material identificada para esta región nos indica dos posibles tradiciones de consumo de psicoactivos. Como se puede apreciar en la Figura 3, dicho uso ocurre entre el 300 a.C. y el 900 d.C. Es posible que del 900 d.C. en adelante se diera un cambio en la forma de consumo en una de las tradiciones, específicamente en la asociada al tabaco.
La primera tradición corresponde con la ingesta de hongos, posiblemente hongos psilocibios o Amanita muscaria. Esta se infiere a partir de la existencia de al menos 3 efigies fungiformes identificadas como Bocana Inciso, variedad Diría, tipo cerámico asociado con la fase Tempisque (500 a.C.-500 d.C.), y del “metate” o asiento ritual que menciona Ursula Jones (1991), el cual presenta motivos estilizados de un hongo con escamas (lo que hace pensar en el hongo Amanita muscaria) en lo que asemeja ser una escena ritual de consumo, y que se asocia con este mismo período (Figura 2).
La segunda tradición estaría vinculada al consumo de tabaco, cohoba, o ambos. Esta parece dar inicio durante la fase Tempisque, donde podemos mencionar la presencia de inhaladores nasales con representaciones zoomorfas, identificados como el tipo cerámico Marbella con impresión punzonada en zonas (300 a.C.-500 d.C.). Esta tradición parece cambiar en su forma de consumo ya que se abandona temporalmente la costumbre de inhalar y se comienza a fumar durante la fase Bagaces donde se registró la presencia de pipas. Nuevamente, entre el 800 d.C.-900 d.C., durante la fase Sapoa, se vuelven a registrar inhaladores nasales antropomorfos del tipo Mora Policromo variead Guabal, lo que podría evidenciar un regreso a prácticas asociadas a la insuflación de rapé. Después del 1200 d.C., y considerando el relato de Fernández de Oviedo para 1529 es posible que el consumo de tabaco se efectuara fumando puros envueltos en hojas de maíz.
Figura 3. Cronología del consumo de plantas sagradas para la región Gran Nicoya.
Región Central Caribe
En la región Central Caribe encontramos también una variedad de artefactos que sugieren, de forma indirecta, el consumo de embriagantes durante la época precolombina. Primero, tenemos una serie de esculturas antropomorfas de “pensadores y “fumadores”, tanto en lítica como en cerámica (Figura 4). Segundo, inhaladores, algunos con diseños antropomorfos y zoomorfos (Figura 5). Y, por último, pipas sencillas.
Figura 4. Escultórica lítica y cerámica de “pensadores” y “fumadores”. Posiblemente representan el consumo de tabaco. Hallados en la región Central Caribe, ubicada en la parte central del actual país de Costa Rica.
Así, la cultura material recuperada parece mostrar una tradición de consumo de tabaco o cohoba muy clara durante la fase El Bosque, entre el 300 a.C. y el 300 d.C. (Figura 6), evidenciado en figurillas cerámicas que representan personajes fumando con pipas del tipo Bosque Rojo, inhaladores nasales con motivos antropomorfos y ornitomorfos de los tipos Bosque Rojo sobre Agamuzado, además de pipas de los tipos Bosque Rojo y Bosque Rojo sobre Agamuzado.
Este tipo de evidencia material no solo es un indicador claro del consumo de plantas sagradas sino que también nos permite diferenciar dos tipos de consumo o métodos de administración, a saber, el fumado y el inhalado.
Figura 5. Inhalador de cerámica con estilización del cuerpo humano. Se empleó para insuflar rapé de tabaco y, quizás, de cohoba. Hallado en la región Central Caribe, la cual se ubica en la parte central del actual país de Costa Rica.
Para la fase La Selva y complejo Madera (300 d.C.- 1100 d.C.), se presenta un vacío en la cultura material vinculada con el consumo de plantas sagradas y es hasta la fase La Cabaña (1100d.C. -1500 d.C.) que se vuelve a tener un registro material que podríamos relacionar de manera indirecta con el consumo de este tipo de plantas; a saber, esculturas de piedra que representan personajes hincados o sentados que presentan características corporales claramente definidas y que podríamos vincular con desnutrición como los son rasgos faciales con prominentes pómulos y mejillas, representación de costillas y espina dorsal que protruyen, una proporción mayor de la cabeza con respecto al cuerpo, en algunos casos estas esculturas presentan unos objetos alargado posiblemente puros, que sostiene con una o ambas manos y dispuestos en cercanía a la boca.
Estas esculturas parecen indicar una transformación en el método de administración, abandonando los artefactos utilizados en fases anteriores como lo son los inhaladores y pipas, remplazándolos con puros. Además, los rasgos corporales descritos sugieren que se trata de representaciones de los sukias o chamanes, los cuales usualmente se sometían a largos ayunos y períodos de deprivación durante su entrenamiento para convertirse en hombres de medicina.
Figura 6. Cronología del consumo de plantas sagradas para la región Central Caribe.
Región Diquís
Por último, para la región Diquís, al sur del país, contamos asimismo con varios artefactos a partir de los cuales se infiere indirectamente la presencia del consumo de embriagantes sagrados en tiempos pretéritos. Primero, tenemos colgantes y sonajeros de oro con decoraciones fungiformes. Y segundo, pequeños recipientes conocidos como poporos o calabacitas, tanto de oro como de cerámica.
En el caso de esta región en particular, cabe resaltar que se registran artefactos vinculados con el consumo de plantas sagradas a partir del 750 d.C. (Figura 7), donde destaca la presencia de un colgante de oro del estilo conocido como colgante Darién. Estos se han registrado con mayor frecuencia en la región Quimbaya en Colombia y se extiende hacia la Baja América Central; otros dos objetos de oro, hacen alusión al consumo de plantas sagradas, a saber, un colgante con dos motivos de hongos y un poporo o recipiente que en Colombia vinculan con el almacenamiento de cal que sirve como catalizador de plantas como la coca y el tabaco, es importante mencionar que este objeto pudo ser producto del intercambio pues corresponde a un hallazgo único para nuestro país (Comunicación Personal Priscila Molina, 2018). Dos objetos similares de cerámica exhibidos en el Museo de Jade y la Cultura Precolombina parecen haber cumplido esta misma función.
En resumen, la cultura material parece indicar que el consumo de plantas sagradas en el pacífico sur de Costa Rica fue tardío y podría ser producto del contacto con grupos del Sur de América, específicamente Panamá y Colombia, siendo una posibilidad que además del tabaco se consumiera la coca y la forma de consumo fuera mascando estas plantas en conjunto con la cal que se almacenaba en los poporos.
Figura 7. Cronología del consumo de plantas sagradas para la región Diquís
¿Qué nos dice la evidencia material sobre el uso de plantas sagradas en la Costa Rica precolombina?
La evidencia material registrada en Costa Rica apoya la noción de que se consumieron plantas sagradas en tiempos precolombinos. Es altamente probable que el consumo de tabaco se extendiera a lo largo de todo el territorio. También existe la posibilidad de que se consumiera la cohoba en el Caribe y el Pacifico Norte, la hoja de coca en el Pacifico Sur y los hongos psicoactivos en el Pacifico Norte y Sur.
Al menos entre el 300 a.C. y el 300 d.C. es claro que se dio un consumo ritualizado y socialmente codificado de algunos de estos embriagantes en el Caribe y Pacífico Norte (i.e. en las regiones Gran Nicoya y Caribe Central, subregión Caribe); ello se infiere a partir de los artefactos que denotan explícitamente una actividad de consumo (pipas e inhaladores). El uso de estas plantas —el tabaco, con certeza, y, presumiblemente también la cohoba— se puede asociar a procesos de curación, como lo sugieren Lines (1945) y Bozzoli de White (1992) puesto que el fumado de tabaco con pipas está presente durante la colonia y fue fundamental en la medicina tradicional aborigen hasta bien entrado el siglo XX. Dicho uso posiblemente se vinculaba, asimismo, a procesos rituales dirigidos a la toma de decisiones en los cuales era preciso acceder a planos distintos de la realidad para comunicarse con los espíritus y los ancestros en busca de información valiosa para afrontar la incertidumbre; este paso a otra modalidad de consciencia pudo haber estado asociado más fuertemente al consumo de rapés (ya fuesen de tabaco, de cohoba, o de ambos) por medio de la inhalación nasal. Por tanto, se sugiere la hipótesis de que la práctica del fumado se asociaba principalmente a los procesos de sanación ejecutados por los sukias o chamanes (especialistas en la medicina tradicional), mientras que la práctica de consumir rapé era más común entre los usékares o caciques (líderes religiosos de alto rango) para facilitar la tarea de entrevistarse con los espíritus e interceder por el bienestar de la comunidad.
Un cambio en las conductas ingestivas parece darse a partir del 900 d.C. en ambas regiones (Figuras 3 y 6), disminuyendo la producción de objetos cerámicos especializados para el consumo y utilizando más la elaboración de puros para ingerir las plantas, esto se hace evidente en las escudillas del Caribe costarricense. También existe la posibilidad de que las pipas e inhaladores se continuaran produciendo pero utilizando materiales perecederos que no dejan rastro en el registro arqueológico (e.g. hueso, madera).
Por otro lado, con respecto a los artefactos fungiformes de cerámica es necesario referirse a una serie de elementos de juicio que informan nuestra interpretación de que son elementos culturales otrora vinculados con la ingesta de especies de hongos embriagantes. Hasta donde tenemos conocimiento, no hay registros históricos o etnográficos del consumo de hongos psicoactivos en la región de Guanacaste; tampoco se sabe mucho de los hongos comestibles aprovechados en la región. Ciertamente, es una posibilidad el que se estén representando hongos que formaban parte de la tradición gastronómica. Otra alternativa es que sea un artefacto utilitario que se empleaba como molde de alfarería, como lo ha sugerido Köhler (1976) para los famosos hongos de piedra y cerámica de Mesoamérica descritos por de Borhegyi (1961, 1963). Sin embargo, dicha técnica de alfarería es desconocida en el sur de América Central, y muchos de los artefactos estudiados por de Borhegyi son de una manufactura bastante tosca, lo que apoya una interpretación utilitaria. En contraste, los ejemplares hallados en Gran Nicoya son de dimensiones mayores (cerca de 40 cm de altura), fueron elaborados con una técnica muy depurada de manufactura en rollos, y presentan zonas bruñidas y pintura blanca en acanaladuras. Tan sofisticado trabajo plástico, aunado a las habilidosas representaciones zoomorfas y antropomorfas invertidas (las cuales podrían aludir al cambio perceptual radical que engendran los hongos psicoactivos una vez que son ingeridos) (ver Figura 2), nos impulsan a considerar como razonable la afirmación de que dichos artefactos se asociaban de alguna manera al consumo ritualizado de hongos psicoactivos.
Finalmente, en el caso del Pacifico Sur (región Diquís), parece existir una influencia del Sur de América que pudo propiciar el consumo mascado de plantas como la coca y el tabaco y que responde a una tradición totalmente distinta a la presente en el resto del país. Cabe resaltar además que, en comparación con otros sectores del territorio es un consumo relativamente tardío.
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Impacto cognitivo y cultural del consumo de planta y hongos sagrados
El consumo de plantas y hongos con propiedades psicoactivas es conceptualizado como una práctica que favoreció la supervivencia y la reproducción, tanto biológica como social de los diversos grupos culturales que habitaron esta región. Por lo tanto, se considera que los estados de conciencia modificados producto del consumo de embriagantes sagrados eran aprovechados con diversos fines instrumentales y fraternales.
El rol desempeñado por las plantas y hongos psicoactivos en las relaciones de cuido, es decir, en las prácticas de sanación, es fundamental. No obstante, su impacto en la dinámica cultural también se cimenta en procesos cognoscitivos, incluso pedagógicos mediante los cuales se pretendía acceder a conocimiento útil para beneficiar a la comunidad. Los líderes rituales y políticos empleaban las plantas y los hongos sagrados para interpretar y crear elementos culturales. Aprovechaban sus efectos de acrecentamiento de la percepción y la conciencia para resolver problemas y tomar decisiones importantes. De esta manera, dichos individuos eran tenidos en alta estima y se les trataba con deferencia, precisamente por su sensibilidad y sensatez, aunado al hecho de que sabían utilizar adecuadamente las plantas y hongos sagrados para interceder por el bien común.
Todo ello nos remite entonces a la conformación y el mantenimiento de estructuras sociales para la toma de decisiones y para las tareas de coordinación. El control de las ceremonias y el conocimiento ritual eran fuentes significativas de poder social, ya que el usékar o cacique es un personaje cuyo entrenamiento y conocimientos sobre el mundo que le rodea aseguran la reproducción del grupo. Estos procesos de liderazgo prosocial, situados en un contexto evolutivo más amplio, ayudan a comprender mejor la transición de un modo de vida aldeano-igualitario a un modo de vida cacical, de agricultores especializados.
Se sugiere que el consumo de embriagantes sagrados es un patrón de comportamiento que desempeñó un rol instrumental en dichos procesos de cambio cultural que gradualmente sustentaron la aparición de formaciones sociales cada vez mayores. La instrumentalización de los embriagantes sagrados fue uno de los elementos que permitió manejar la creciente complejidad social de un sistema político en expansión.
Conclusiones
Las referencias etnografías y etnohistóricas, así como la evidencia de cultura material indican que el consumo ritualizado de tabaco y, presumiblemente, de cohoba y hongos psilocibios era relativamente habitual entre los principales grupos culturales que habitaron antiguamente el territorio que hoy es Costa Rica. Dicho consumo estaba socialmente diferenciado, era parte central de las relaciones de ayuda, y representaba una fuente de conocimiento esotérico que sustentaba la ostentación de poder social.
De forma interesante, todos los artefactos analizados para los cuales se cuenta con información sobre el contexto arqueológico en el que fueron excavados se recuperaron en contextos funerarios, es decir, en tumbas. Esto es consistente con los hallazgos de Guerra-Doce (2014, 2015) quien, mediante un análisis contextual a nivel mundial, llega a la conclusión de que existe una asociación frecuente de las sustancias psicoactivas con contextos funerarios y ceremoniales. Posiblemente, las plantas y hongos sagrados eran consumidos durante los ritos mortuorios, proveían sustento para el fallecido durante su viaje a la vida después de la muerte, y eran una especie de tributo a las deidades del inframundo.
Es muy probable que el uso adaptativo de las plantas y los hongos sagrados tuviera un rol instrumental que permitió a las sociedades que se desarrollaron entre el 300 a.C. y el 750 d.C. promover y normalizar sistemas de pensamiento ante una creciente complejificación social, lo que a su vez permitió la expansión de sistemas políticos particulares. Así, se concluye que la ingestión de psicoactivos se orientó principalmente hacia fines constructivos, tanto en el nivel individual como social.
Futuras direcciones
- Efectuar análisis paleobotánicos y bioquímicos de los artefactos (pipas e inhaladores) hallados en contexto, a saber, los artefactos 296 y 297 del sitio Canadá (C-123Cn), y los artefactos de las tumbas 3, 10 y 28, del sitio La Montaña (L-7 LM).
- Reubicar sitios arqueológicos en los cuales se halló evidencia sugerente del consumo de psicoactivos como, por ejemplo, el sitio el Hacha con la intención de efectuar excavaciones específicas que permitan entender la evidencia proveniente de este yacimiento.
- Generar y proponer una metodología de excavación, recolección y análisis específicos para entender mejor los contextos y el papel de las plantas sagradas en la Costa Rica precolombina.
- Efectuar trabajo etnográfico con especialistas en medicina tradicional de los distintos grupos nativos de Costa Rica.
- Efectuar análisis de composición no destructivos en los artefactos cerámicos con la intención de conocer su composición química y generar información vinculada con la procedencia y función.
Agradecimientos
Agradecemos a Bia Labate y a la organización del Congreso de Plantas Sagradas en las Américas, por el esfuerzo realizado y por permitirnos ser parte de este importante foro sobre el tema en Latinoamérica.
Gracias a la Fundación de Museos del Banco Central de Costa Rica, en específico a la directora Virginia Vargas y a la curadora de arqueología Priscila Molina, por sus comentarios y sugerencias; así como, por brindarnos la oportunidad de trabajar con la colección de artefactos, resguardados por esta institución.
Gracias al Museo Nacional de Costa Rica, específicamente al Departamento de Protección al Patrimonio, especialmente a Marlín Calvo directora del departamento y a Cleria Ruiz, por facilitarnos el acceso a los artefactos y por los comentarios y sugerencias.
Queremos agradecer a Daniel Rodríguez Arce, por el procesamiento de casi la totalidad de las imágenes presentes en esta publicación; así como, en muchas de las que se mostraron durante la ponencia.
Finalmente, pero no menos importante, queremos agradecer a los colegas que nos han escuchado y retroalimentado constantemente entre ellos: Jeffrey Peytrequin, Mónica Aguilar, Natalia Villalobos, Ricardo Vázquez, Randall Moreice y Daniel Rodríguez; gracias por el tiempo y las observaciones efectuadas.
Portada de Fernanda Cervantes
Referencias
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