Licenciado en Lingüística y Literatura de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; magíster en Lingüística con Énfasis en Estudios de Lenguas Indígenas y Criollas; y doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Actualmente es profesor asociado de la Universidad Distrital en la licenciatura del programa en Ciencias Sociales, encargado del núcleo estético comunicativo y de la formación en investigación.
Médico tradicional de la comunidad indígena Kamëntšá, ubicados en el municipio de Sibundoy (Alto Putumayo). Heredero de la tradición medicinal yagecera del taita Martín Agreda.
En la amazonía colombiana, como en otros países de la cuenca amazónica, la ayahuasca o yagé (nombre más extendido y popular) es una bebida que está relacionada con la cultura de los pueblos indígenas que viven en esta región. Sus virtudes curativas son reconocidas, tanto por los propios indígenas, como por personas ajenas a las comunidades que van en su búsqueda para aliviar distintas dolencias. Así, su prestigio está asociado, principalmente, a sus propiedades terapéuticas. Pero, el “remedio” (así suelen llamarlo algunos curanderos) también posibilita experiencias místicas, religiosas y mágicas a quienes lo toman; cualidades que son exploradas por los chamanes o curanderos más experimentados de las comunidades indígenas, quienes conocen los usos terapéuticos y místicos de la planta para realizar sus curaciones. Allí radican sus principales misterios.
Esta segunda cualidad, es la que sus comunidades y sus curanderos guardan y cuidan con más recelo y que los motiva a promover políticas de conservación y protección del bejuco, con el cual se prepara la bebida. Es importante decir que el yagé se puede recolectar de manera silvestre, en la espesura del bosque, o puede ser cultivado. El primero, el no cultivado, puede tomarse crudo o puede cocinarse. Esto depende del chamán o curandero y los fines para lo cual lo requiera. El segundo, es el que más se usa para cocinar, mezclado con otras plantas. Quienes más lo cultivan son los taitas yageceros de la amazonía noroccidental.
Algo importante para la selección del tipo de bejuco con el cual se prepara el yagé crudo, es el ambiente donde crece. Así, es preferible recogerlo en lo más profundo de la selva, alejado de los caminos y en un ambiente selvático, ya que sus poderes están asociados a este tipo de hábitat, no “domesticado”, preferiblemente no intervenido por el hombre. De tal suerte, quien lo toma espera nutrir sus visiones de la selva en su estado más natural.
Conoce más de Indigenous Reciprocity Initiative of the Americas.
En Colombia, la región amazónica comprende un 40% de la extensión total del país. Administrativamente, está dividida en los departamentos de Amazonas, Caquetá, Guaviare, Guainía, Putumayo y Vaupés. Al interior de estos departamentos se encuentran los resguardos, los cuales son espacios territoriales reconocidos por el Estado colombiano como propiedad colectiva de los 56 pueblos indígenas que ancestralmente habitan esta región. Los resguardos son gobernados de acuerdo a los usos y costumbres de las comunidades indígenas. Esta figura político administrativa permite que sus habitantes se suplan, para su subsistencia, de los recursos existentes en el suelo de la selva. En nuestro país, los recursos del subsuelo son propiedad del Estado, lo cual lo faculta para su explotación y por ende limita a los pueblos indígenas para su protección.
En principio y en razón a esta condición jurídica, los pueblos indígenas tienen la potestad de establecer en sus “planes de vida” los parámetros necesarios para la protección de la fauna y flora existente en sus espacios territoriales, entre ellas el yagé con el cual se prepara la bebida.
En Colombia podemos decir que el yagé se protege de tres maneras: por los usos rituales endógenos, por las normas internas de cuidado establecidas por los gobiernos indígenas en cabeza de sus médicos tradicionales y por la frecuencia con que se usa el yagé.
En Colombia podemos decir que el yagé se protege de tres maneras: por los usos rituales endógenos, por las normas internas de cuidado establecidas por los gobiernos indígenas en cabeza de sus médicos tradicionales y por la frecuencia con que se usa el yagé.
Para el primer caso hay que decir que de los aproximadamente 56 pueblos indígenas localizados en la amazonia colombiana, no todos tienen incorporada la cultura de tomar yagé. Así, por ejemplo, por la literatura etnográfica y por sus propios relatos, sabemos que al menos algunas comunidades pertenecientes al complejo macro tucano oriental (macunas, principalmente) lo toman durante la celebración del rito de paso masculino conocido como “yurupari”, donde se accede a los conocimientos profundos de la cultura. Este grupo se localiza en la parte media del río Apaporis, en el resguardo conocido como “yaigoje” o hueco de tigre (yai: tigre; goje: hueco). En este mismo resguardo, en su parte más alta, se encuentra el grupo cabiyarí, del cual se tiene noticia que también toman la bebida preparada con el bejuco.
En una conversación con uno de los integrantes de la comunidad macuna, se me comentaba que los hombres jóvenes que participan del ritual de yurupari, deben tomar al menos siete “cuyas” (aproximadamente medio litro) de “yagé crudo”, que para estas ceremonias se prepara macerando el bejuco y extrayendo su jugo, sin incluir otro tipo de plantas. Esta toma de yagé se hace después de mantener una dieta rigurosa de al menos siete o más días. Para ello, el iniciado se debe sentar en un banco o silla pequeña dentro de la casa ceremonial destinada para el rito y tomar el yagé. Según lo relatado, la ingesta de la bebida permite a quien la toma conectarse con “el sagrado” quien va a mostrar al iniciado el camino que debe recorrer en su vida y cómo debe comportarse en adelante. Lo que allí se ve, se convierte en un reglamento de vida. Fuera de este espacio ceremonial, los macuna no emplean el yagé para otro tipo de situaciones, o al menos esto no hace parte de información que se conozca públicamente.
En el ejemplo anterior, el cuidado y protección del bejuco se da por las condiciones que impone el ritual de yurupari, en el cual solo pueden participar quienes pertenecen al grupo indígena y que están en edad para acceder a sus conocimientos. Esto hace suponer un manejo y cuidado interno de la liana, restringido a los chamanes tradicionales de la comunidad, conocedores de sus variedades, formas y tiempos de preparación. Así, esta forma de cuidado tradicional del yagé es característica de los pueblos que se encuentran más alejados del contacto con el mundo mestizo y de las zonas urbanas.
Para el segundo caso, se pueden identificar los pueblos indígenas localizados más al noroccidente de la amazonia, en los pasos entre selva y Andes, quienes además de tener la planta incorporada a sus prácticas rituales y curativas locales, suelen compartir sus beneficios medicinales con personas foráneas, no pertenecientes a sus respectivos grupos. Entre estos grupos se encuentran las etnias kofán, siona, coreguaje, inga y camentsá. Algunos de sus curanderos tradicionales gozan de prestigio fuera de sus territorios y ofician “tomas de yagé” en las ciudades del interior del país y el extranjero.
Quienes habitan las zonas bajas (kofanes, coreguajes, sionas e ingas) recogen el bejuco en la selva o lo cultivan para preparar la bebida. Algunos grupos que habitan las laderas del piedemonte amazónico, principalmente en el valle de Sibundoy, como los camentsás y algunas comunidades ingas, habitualmente se desplazan a las zonas bajas para comprar la bebida ya preparada a reconocidos “cocineros” de otros grupos. Esto ocurre así porque la altitud de 1800 msnm, no parece ser la más favorable para el cultivo de la planta, no solo por las condiciones climáticas sino por el tipo de ecosistema, el cual es más domesticado. Se tiene noticia que un taita de esta zona lo ha sembrado con éxito en su parcela, pero esto no indica que su cultivo allí sea masivo. Hay que mencionar que la preparación de la bebida requiere la mezcla con otras plantas como la chagro panga o chacruna (la cual es un coadyuvante para producir las visiones) y que se recolecta en zonas de clima cálido, motivo por el cual es más práctico comprar el yagé ya preparado.
El cabildo o gobierno indígena expide un certificado donde se acredita al médico tradicional como experto en el manejo de la medicina tradicional. Así, quien se haga merecedor del reconocimiento y porte la respectiva certificación, puede ejercer el oficio.
De esta manera, y en segundo lugar, el cuidado y regulación del uso del yagé depende de los curanderos tradicionales más prestigiosos, quienes son reconocidos por sus respectivas comunidades por pertenecer a linajes de yageceros de larga data y por el éxito de sus curaciones en propios y extraños. Así, su oficio está certificado por la tradición oral colectiva que recomienda y difunde su trabajo. Sin embargo, debido al auge del yagé, principalmente fuera de sus espacios territoriales tradicionales, ha sido necesario que los gobiernos indígenas establezcan políticas internas para certificar a sus médicos, las cuales tienen que ver con decir quién si y quién no es un médico tradicional. De esta manera, el cabildo o gobierno indígena expide un certificado donde se acredita al médico tradicional como experto en el manejo de la medicina tradicional. Así, quien se haga merecedor del reconocimiento y porte la respectiva certificación, puede ejercer el oficio. Para estos grupos, son los únicos mecanismos de protección de la planta y los saberes asociados a ella.
Como se puede apreciar, la protección del yagé en las comunidades indígenas de la amazonía colombiana depende del uso interno que se haga y de las políticas internas de las comunidades, frente a las cuales el Gobierno nacional debe ser respetuoso y acatar lo que los gobiernos indígenas orienten. Así mismo, es claro que estas políticas de protección aparecen en el marco de la comercialización terapéutica de la planta, dado el interés que despierta en personas ajenas a las comunidades, quienes cada vez más se van apropiando de sus propiedades para uso terapéutico, así como para recrear sus prácticas espirituales en espacios urbanos.
Al respecto, es interesante recordar la querella interpuesta por la comunidad kofán contra “el señor Alberto José Varela” de la organización “Ayahuasca Internacional” en el año 2015, a quien denunciaron por adelantar rituales de yagé de manera engañosa en Europa “aludiendo una supuesta autorización o aval de las autoridades indígenas yageceras de Colombia”, la cual, afirman las autoridades kofán, es falsa. Aunque no se conocen oficialmente los resultados de esta denuncia, lo importante aquí es mostrar la manera como operan la defensa y protección del yagé y cómo se ponen en funcionamiento algunos mecanismos legales con los que cuentan los gobiernos indígenas. Aunque, hay que decirlo, los efectos de estas medidas legales son poco efectivas sin que el Gobierno nacional las respalde de manera más decidida. Para mayor conocimiento de esta denuncia se puede consultar aquí.
Tomando y curando se cuida
Los curanderos o médicos tradicionales indígenas solo pueden ser reconocidos como tales por el éxito de sus curaciones.
El tercer caso tiene que ver con la frecuencia con que se toma el yagé. Contrario a lo que ocurre con los médicos de la medicina oficial, quienes para ejercer su oficio requieren de un título que certifique sus conocimientos, los curanderos o médicos tradicionales indígenas solo pueden ser reconocidos como tales por el éxito de sus curaciones. En el caso de los médicos tradicionales que emplean el yagé como fuente y base de sus tratamientos, solo su práctica permanente lo pueden certificar como un “buen sabedor yagecero”. Esto implica que el curandero mantenga un ritmo de trabajo permanente con el yagé, que lo emplee para realizar sus curaciones y que estas sean cada vez más efectivas.
Quienes transitamos por los misterios de la planta sabemos que sus caminos suelen ser inciertos, que la chuma o borrachera tiene intensidades que pueden resultar de difícil manejo y que las alternativas que nos propone para curar, por lo general, resultan paradójicos. Estos elementos en su conjunto, implican que se establezca una relación ética con la planta y con su escenario de realización, es decir, con las tomas de yagé. Pero como dice taita Florentino Agreda “solo se protege el yagé tomando y curando”.
Las tres situaciones descritas ilustran las maneras de cuidar el yagé en Colombia, las cuales tienen efectos positivos solo con el fortalecimiento de los gobiernos indígenas y mediante la inclusión en los planes de vida de las comunidades de políticas efectivas de protección del territorio y de sus saberes tradicionales de la medicina ancestral.
Portada de Karina Álvarez.