El actual fenómeno de expansión global del consumo de sustancias psicoactivas de origen vegetal usadas tradicionalmente por grupos indígenas, abre el debate sobre las nuevas condiciones de legitimidad y legalidad que deben enfrentar sus seguidores en los contextos nuevos. El caso del yajé o ayahuasca, bebida psicoactiva empelada por varios pueblos amazónicos, evidencia el acelerado proceso de ampliación del campo de consumo más allá de los territorios donde habitualmente se encontraba en Suramérica, hacia Europa, Norteamérica, Asia y Australia. Así mismo, permite poner sobre la mesa las tensiones que los nuevos usos, los nuevos consumidores y los nuevos contextos generan tanto para la producción de esta decocción psicoactiva, como para la sobrevivencia de las prácticas culturales que han sostenido su permanencia entre los pueblos indígenas y otras comunidades que habitan la Amazonía.
Indagar por las nuevas condiciones de uso del yajé implica por un parte considerar que cuando hablamos de yajé nos referimos tanto al bejuco (Banisteriopsis caapi) como a la bebida resultante de su mezcla con otras plantas, como la chagropanga (Dyplopterus Cabrerana) o la chacruna (Psychotia Viridis), entre otros aditivos. Esta dimensión física y biológica del yajé se complementa con una dimensión antropológica e histórica. A diferencia de otros contextos donde el ayahuasca es de reciente aparición, hablamos acá de regiones donde el uso ritual es de larga duración, y se inscribe en una panoplia de sistemas culturales. En ese sentido, es necesario comprender las redes de relaciones sociales que han constituido la legitimidad de sus usos para, desde allí, reconocer las implicaciones de su inserción en las dinámicas del sistema de mercado. Una aproximación a la economía política del yajé debe reconocer el carácter situado de las prácticas y las lógicas bajo las cuales se ha irradiado con diversos usos hacia otros contextos, primero en los marcos nacionales de los países que hacen parte de la cuenca amazónica, y luego hacia el ámbito internacional. Así mismo, dicho análisis quedaría incompleto si no se considera la dimensión ecológica y el impacto de las formas actuales de explotación de recursos naturales en esa nueva economía.
El reconocimiento explícito de una relación indisoluble entre la dimensión biológica y cultural de los pueblos indígenas yajeceros marca un importante precedente legal para formalizar las iniciativas de protección del yajé, considerando que ésta es inherente al reconocimiento y protección de los territorios de comunidades indígenas. Este punto es fundamental si se considera la problemática actual de la mayoría de pueblos yajeceros, especialmente aquellos asentado en las tierras bajas, como los cofanes, coreguajes y siona, declarados en peligro de extinción por la Corte Constitucional de Colombia en 2009. Aunque históricamente estos grupos han estado amenazados desde la expansión del régimen cauchero y las misiones, a partir de los años sesenta del siglo XX, la entrada de las petroleras, y posteriormente la ampliación de los cultivos ilícitos de coca, el conflicto armado y las fumigaciones con glifosato promovidas desde el Plan Colombia, han diezmado a la población y provocado el desplazamiento, el confinamiento y la pérdida de territorio. Es en este contexto en el que el yajé se ha convertido en un mecanismo de fortalecimiento organizativo interno para los pueblos de las tierras bajas del Putumayo-Caquetá, pero también en un referente de visibilización hacia fuera en su lucha por defender su vida y los territorios que han ocupado históricamente.
En las últimas décadas, la urbanización y elitización de la práctica derivó en un campo más o menos novedoso de usos que actualmente buscan mecanismos de legitimación y legalización. Así, el reforzamiento del carácter terapéutico del consumo ritual, la medicalización, y el posicionamiento de la medicina tradicional indígena en la oferta alternativa de salud, complementan hoy su nueva faceta como práctica espiritual entre el público urbano. Paralelamente, la valorización de esta práctica ha generado una salida económica para ciertos sectores, indígenas y no indígenas, que aprovechan esta condición para promocionarse como médicos yajeceros en las ciudades y en el exterior, haciendo un uso intensivo de los imaginarios sobre los indios amazónicos, como de los mecanismos oficiales de reconocimiento.
Las nuevas modalidades de uso urbano empiezan a tensionar el formato multiculturalista de reconocimiento de la práctica como exclusivamente indígena. Actualmente, la mitad del yajé que se produce y consume en Colombia se destina al público urbano no indígena, y circula por fuera de los territorios indígenas. La paradoja de los nuevos usos consiste en que a pesar de ganar cada vez más espacio y legitimidad entre poblaciones no indígenas, su condición de legalidad depende de la política diferencial y el reconocimiento étnico del multiculturalismo. Por lo mismo, las pueblos indígenas yajeceros han ganado protagonismo en el campo, posicionándose como un actor político clave en la reconfiguración actual del mismo. Ellos no solo se enfrentan al proceso de mercantilización del yajé hacia afuera, sino que los efectos sociales, económicos y políticos de esta nueva economía impacta de distintas formas al interior de las comunidades.
Durante los últimos años, y gracias a la disminución del conflicto armado en el Putumayo hubo un incremento del turismo yajecero internacional. Este hecho ha visibilizado cómo ciertas modalidades de consumo de yajé en el país se articulan con circuitos internacionales del mercado espiritual, que conecta lugares emblemáticos del turismo chamánico amazónico, nuevas formas de consumo, flujos, grupos y redes de usuarios a nivel global. Si bien esta faceta internacionalizada del yajé aún no es muy conocida en el país, si ha abierto la discusión frente a la normatividad internacional, debido entre otras cosas a los casos de detención de taitas yajeceros en el exterior, a algunos casos de decesos de extranjeros en tomas de yajé y a ciertos conflictos generados por los avales y la autoridad de los especialistas.
La legislación internacional sobre el ayahuasca tiende a ser restrictiva en función del control de sustancias psicotrópicas, mientras en los ámbitos nacionales hay diversidad de marcos en los que se inscribe legalidad y legitimidad. En el plano nacional, la desregulación del campo yajecero tradicional se demuestra con la erosión de los regímenes de legitimidad, las nuevas formas de legitimidad cruzada y la falta de mecanismos efectivos que garanticen la auto-regulación de quienes trabajan con el yajé. Entre otras cosas, los casos de abuso sexual al interior de tomas de yajé son actualmente un problema reiterativo y complejo, que requieren de un manejo integral y a escala, y de mecanismos viables de cuidado y protección, así como formas de sanción.
Otro tipo de amenaza está en la apropiación indebida de derechos de uso, con fines de lucro, de los saberes y prácticas asociadas al yajé, por parte de terceros. La posibilidad de que el yajé no sucumba a los efectos de la comercialización pasa en buena medida por el reconocimiento de los saberes tradicionales de las comunidades locales amazónicas, incluidos de forma particular los de los pueblos indígenas. En ese sentido, la protección frente a intentos de apropiación de derechos de propiedad intelectual, así como el control y la regulación del uso comercial de estos conocimientos es imposible actualmente sin la intervención directa del Estado en articulación con las normatividades internacionales. En el caso de los países que constituyen la cuenca amazónica, estas legislaciones deben considerar los diferentes formas de conocimientos tradicionales bajo su amparo, incluyendo aquellos no indígenas de carácter religioso o terapéutico, que se han desarrollado localmente.
En Colombia, proteger el yajé es proteger a los pueblos indígenas, sus territorios y sus conocimientos tradicionales. Esto, no supone un desconocimiento de los nuevos usos y escenarios, sino más bien una cierta garantía para evitar los efectos nocivos de la nueva economía política que está tocando no solo al yajé, sino al complejo sistema de saberes botánicos y ecológicos del que hace parte, considerando las profundas desigualdades en la que se encuentran las poblaciones amazónicas. Actualmente, la innovación en el campo yajecero globalizado tiene efectos directos o indirectos sobre estas comunidades, y particularmente sobre los indígenas. Los mecanismos de consentimiento informado contribuyen a facilitarla y permiten el aprovechamiento público de estos saberes. Por lo que reconocer esa incidencia contribuye a replantear las formas de acceso a los campos de innovación, así como a la participación activa de las comunidades amazónicas en los beneficios.
Hoy es evidente que existe una amplia legislación para su protección como patrimonio inmaterial. Sin embargo, las amenazas derivadas de la atropellada inserción de estas formas de biodiversidad, saberes y prácticas en las lógicas de mercado y de la economía global no siempre van a poder contrarrestarse mediante normativas. La situación actual merece que volvamos los ojos sobre las formas en que se constituye la legitimidad de los distintos usos, y el valor que tiene la preservación de la heterogeneidad de los mismos, sus prácticas y formas de conocimiento asociadas. En ese sentido, defender el yajé requiere saber que no solo se defiende un conjunto de especies vegetales, o un universo variado de tradiciones culturales en peligro de desaparecer, o unos grupos poblacionales en riesgo de extinción. Siguiendo el sentido que le dan las comunidades yajeceras, indígenas y no indígenas, el yajé no solo es un vegetal, ni solo un saber inmaterial. Es ante todo un sujeto capaz de ligar dimensiones, una liana cuyo poder de enredar y anudar, permite atar esferas aparentemente desconectadas para el criterio occidental, entre el mundo natural y la ecología de la vida humana, atravesando planos que muchos consideran sagrados. Su capacidad de generar referentes epistemológicos transgresores apenas empiezan a ser exploradas, pero las alternativas dadas por poblaciones que entienden mucho de ese carácter continuo del yajé como liana-sujeto, están hoy en riesgo de desaparecer. Así las cosas, reconocer el yajé como sujeto necesario para la reproducción de la vida amazónica, es mucho más que una simple metáfora.