Cuando se habla de Bolivia y plantas prohibidas la historia nos lleva directamente a la hoja de coca. Sin embargo, la lucha cocalera no fue el único proceso emancipatorio (relacionado a plantas maestras) que se reveló contra la dominación ideológica colonial. En el siglo XVI durante el periodo de extirpación de idolatrías gestado por los españoles, nació un movimiento denominado Taqui onkoy o rebelión de las wacas, que tuvo como elemento primordial el consumo de plantas sagradas (crónicas que hablan del uso de wachuma o cáctus de san pedro)
En la pasada década, ha renacido el interés científico de la medicina alopática en los potenciales de algunos compuestos considerados como psicodélicos. A pesar de existir experiencia previa positiva en la utilización de estos compuestos, en general como facilitadores de terapias psicológicas, la investigación sobre estas sustancias fue víctima de una “prohibición” iniciada a mediados del siglo XX. Siendo clasificadas por distintas organizaciones y naciones como sustancias “sin uso médico aceptado y con alto potencial de abuso”, se creó un desaliento público que únicamente lograría satanizar su uso en cualquier contexto médico, recreativo e inclusive tradicional.
En el mundo del comercio responsable, una frase de uso común es aquella de que “el consumo es un acto político”, entendiendo con esto que nuestras decisiones sobre lo que consumimos, compramos, y a quién compramos tienen efecto sobre el mercado y favorecerían la construcción de relaciones comerciales alternativas más justas con el productor, el ambiente y el consumidor. Es una expresión que me gusta, porque ubica el acto del consumo en el campo de la decisión, y no de la acción pasiva que se le suele adjudicar.
La emergencia del consumo del 5-meo- DMT extraído del sapo Bufo alvarius (endémico del desierto de Sonora), en la segunda década del siglo XXI, ha traído consigo una serie de controversias en torno a la profundidad histórica de su empleo y a los usos que se le está dando en distintos contextos socioculturales, tal como en espacios urbanos alternativos, así como su incorporación a las culturas indígenas del desierto de Sonora, ámbitos en gran medida interconectados.